Capítulo 54

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Capítulo 54

-    Prometiste una buena historia.- le recordó Darel.

Hacía ya un buen rato que la cena había empezado. Con la sala a oscuras tan solo iluminada por las velas de la mesa y la chimenea, los comensales parecían flotar en la oscuridad.

En su mayoría, los presentes eran carnívoros puros y duros. Les gustaba deleitarse con el sabor de la carne, el hedor de la sangre y el placer de hundir los colmillos en la grasa. Carne y vino, comida de héroes y dioses, decían, pero por desgracia, Mondragón era una ciudad costera, y los manjares que allí se degustaban procedían en su mayoría del mar. Así pues, aunque no era su plato predilecto, cenaron marisco acompañando por finas hierbas mentoladas, vino frío y unas extrañas galletas de harina con sal que, mezcladas con miel, resultaban muy sabrosas.

-    La noche es joven, y...

Dejó la frase a medias. Bajo la mesa su hermana acababa de darle una fuerte patada en la espinilla a modo de advertencia. Sabía perfectamente que iba a decir que bajo su punto de vista unos niños como ellos debían ir a la cama, pero el aviso pareció surgir su efecto.

Lanzó una mirada asesina a su hermana.

-    En fin.- dijo para diversión de los varones.- Prometí una buena historia, pero esperaré hasta los postres para contarla. Creo que lo mejor es que estéis un poco más bebidos para entenderla de verdad.

-    Vino, buena compañía e historias de miedo... ¿Qué más puedo pedir?- exclamó Julius con una amplia sonrisa atravesando su rostro.

-    Que la historia no sea más que una mera leyenda; sino lo tendréis francamente difícil, Lord Blaze.

Arabela volvió a ensanchar la sonrisa con malicia, pero el comentario no hizo más que volver a arrancar carcajadas a sus acompañantes.

La cena prosiguió tranquilamente. Julius habló abiertamente sobre los últimos acontecimientos acaecidos en su vida, y Elaya y Darel narraron la boda con grandes detalles.

Arabela se limitó a escucharles atentamente. No le gustaba en exceso el marisco de la cena, pero el vino era magnífico.

El postre mejoró bastante la cena. Las sirvientas trajeron cuatro fuentes de oro llenas de alimentos, tres cuencos de barro con distintas salsas y unas cuantas copas de cristal y plata. En la primera fuente había fruta cortada: plátanos, fresas, cerezas, manzanas y bayas salvajes. En la segunda, decorado con pétalos de colores, había galletas dulces de forma circular con azúcar tostado por encima. En la tercera pastel de limón, y finalmente, en la cuarta, situado sobre conchas vacías, dulces de leche. Una magnífica mezcla de sabores, texturas y perfumes que, mezclados con las tres salsas: miel, leche fresca y crema de piña, daban unos resultados sorprendentes.

Devoraron los postres con gula, mezclaron sabores, salsas y texturas. Intercambiaron bocados, rieron y a punto estuvieron de envenenarse cuando, en un arrebato, mezclaron la leche con la miel, vino y crema y lo calentaron con una vela. Cuando Darel lo probó, a punto estuvo de ponerse a chillar de pura angustia.

Rieron a carcajadas. Durante largos minutos una calma desconocida para algunos de ellos logró amansar sus profundamente castigadas almas. Bebieron hasta vaciar un par de botellas de vino, y ya con la risa floja, empezaron a insistir a Arabela hasta que ella aceptó empezar la historia.

Elaya apagó un par de velas para que no hubiese luz en exceso. Se situaron cómodamente en sus sillas y aguardaron en silencio a que la cuentacuentos se acabara la copa de vino. Iba a ser complicado pensar con claridad con la gran cantidad de alcohol que corría por sus venas a aquellas alturas, pero intentaría hacerlo el máximo de bien posible.

Baile de Brujas - BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora