Capítulo 49

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Capítulo 49

A pesar de las heridas, Julius se sentía como nunca. El monstruo yacía a sus pies, muerto, y pronto sería poco más que un montón de roca calcinada. Los incendios de los bosques no tardarían en apagarse, pues el amanecer había traído consigo lluvia, y la ciudad se reconstruiría. Los muertos nunca podrían ser sustituidos, por supuesto, pero las heridas sí que sanarían.

- Tranquilo.- le había dicho unos minutos antes a su sobrino, el cual, con el cuerpo destrozado, yacía entre la hierba rodeado de varios caballeros que intentaban levantarle.- Te recuperarás.

Cupiz también había salido mal herido, pero él no había dudado en incorporarse y ayudar a organizar a los hombres. Era un líder nato, y la valía mostrada aquella noche no iba a ser olvidada por nadie. Ni la suya ni la de Darel, por supuesto, pues sin él nada de aquello habría sido posible.

- Destruidlo.- ordenó Julius a los suyos.- No quiero que quede de él ni polvo.

El sol ya había salido hacia unos minutos cuando Willhem bordeó el lago corriendo. El caballero le siguió con la vista, a la defensiva. Cuando unos instantes después vio surgir a Symon de entre los árboles con su hermana en brazos, corrió a alcanzarles.

Symon estaba casi tan excitado como temeroso. Se había ganado centenares de heridas durante su maniobra de distracción, pero al menos lograba mantenerse en pie. Por su aspecto, Julius dedujo que estaba profundamente agotado.

Arabela, en cambio, envuelta en la capa negra y con la capucha cubriendo parte de su rostro, parecía dormida. Symon se había encargado de que tanto los huesos rotos como las peores heridas hubiesen quedado cubiertas a la vista de cualquiera.

-    Lord Blaze.- dijo Symon con una fría sonrisa atravesándole el rostro.- Me alegro de ver que volvéis a ser libre.

-    Habéis sido vosotros quienes habéis acabado con ella, ¿verdad?

Symon asintió meditabundo. Había pedido a Willhem que advirtiera a Christoff de que lo ocurrido. Un rato después esparciría los pedazos de la bruja por la zona de los árboles carbonizados y la encerraría para siempre a través de algún ritual. Y es que, aunque él hubiese logrado destruirle gracias a la sangre que el hombre había vertido en el acero de la espada, Symon no sabía qué hacer con el cadáver.

La mirada de Julius se centró en su hermana, pero Symon la apartó de su alcance. No sabía exactamente porque, pero aquel amanecer ella no había despertado. Quizás, pensó, era a causa de las heridas, pues eran muy, muy profundas, pero prefería no pensar demasiado en ello. Lo único que deseaba era escapar de allí, volver a Alejandría y poder descansar durante unos días. A fin de cuentas, a él también estaba muy mal herido.

-    Está inconsciente.- mintió.- Ha combatido con ferocidad... deberíais estar muy agradecido. Ha sido gracias a ella que vos volvéis a ser libre.

-    Y lo agradezco, por supuesto. Si pudiera hablar con ella...

-    No.- Symon parecía convencido.- Ya está bien, Julius. Sabéis que siento gran simpatía por vos, pero esta historia ha llegado ya a su fin. Lo mejor es que vos os quedéis aquí, tratando de reconstruir vuestro reino, y nosotros partamos cuanto antes. Mi hermana os adora, lo sabéis... pero lo mejor es que esto acabe ya.

Julius separó los labios, dispuesto a discutir, pero no surgió palabra alguna de su garganta. Se resignó a aceptar la petición de su hermano y, respetuosamente, se limitó a apartarse.

Con el corazón roto y sintiéndose más desgraciado que nunca, Julius los observó partir. Symon pidió ayuda a Cupiz para que le ayudara a montar en uno de los corceles, y tras intercambiar unos cuantos susurros, los hermanos partieron.

Baile de Brujas - BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora