Capítulo 61

3.3K 146 19
                                    

Capítulo 61

Julius hundió el puñal en el estómago y alzó la espada para detener un nuevo golpe. Apartó al primero de una patada en el vientre herido, giró sobre si mismo, y el filo de su espada mordió con voracidad el pecho del segundo. Se agachó cuando el hombre volvió a atacarle con su hacha de hierro verde. Julius tomó su arma con ambas manos y enterró el filo en el estómago de su agresor. Antes de caer, este balbuceó unas cuantas palabras que nadie recordaría.

Julius notó un dolor lacerante en el hombro cuando una daga de plata se hundió en su clavícula. Julius gritó, giró sobre si mismo y trató de golpear con el codo a su adversario. Vestido totalmente de rojo con un extraño uniforme lleno de pliegues y un turbante, su adversario esquivó el golpe. Dibujó otro arco con el arma y retrocedió con un sensual brinco. Julius se llevó la mano a la cara: habían vuelto a abrirle otra herida. Rugió de rabia y se abalanzó sobre el hombre de rojo.

El edificio entero había enloquecido. Había salas enteras en llamas, cadáveres por doquier y un griterío descontrolado que impedía oír reconocer las voces. Julius había perdido de vista a Larss hacía rato, justo cuando una manada de bandidos, asesinos y ladrones habían caído sobre ellos procedente de todas las estancias del segundo piso.

Julius había cortado, pinchazo y cercenado miembros, pateado huesos, sacudido piernas y machacado miembros hasta la saciedad, pero él también había recibido muchas heridas. Tenía el cuerpo y la armadura repleta de cortes, heridas y puñaladas que, poco a poco, empezaban a debilitarle.

Pero Julius se resistía a caer.

La figura de rojo se movía demasiado rápido para él. Saltaba, esquivaba y atacaba  a tal velocidad que Julius estaba empezando a marearse. Por mucho que intentaba concentrarse, parecía poco más que un borrón de tela.

Recibió una patada en la rodilla, un corte en la pantorrilla y un puñetazo en pleno rostro. Julius gruñó, respondió con un espadazo al aire, y retrocedió aturdido.

Otro golpe acertó en la cabeza. Aulló de dolor y se derrumbó en el suelo. A su alrededor había decenas de cadáveres de los que, en su mayoría, él era el culpable. Trató de girar sobre si mismo, consciente de que de un momento a otro iba a morir, pero no le dio tiempo. El acero volvió a atravesarle la piel, esta vez a la altura del estómago, y perdió la conciencia momentáneamente.

Cuando despertó, el cuerpo del turbante yacía en el suelo partido por la mitad. Swarkaff había logrado que recuperase la conciencia a base de fuertes bofetones en la cara. Julius miró a su alrededor, aún aturdido, y vio como, a escasos metros delante suyo, Christoff segaba cabezas como un torbellino de acero, sangre y muerte.

-    Dioses...- murmuró mientras se incorporaba.- Son decenas.

-    Protegen algo, mi señor.- se apresuró a decir Swarkaff.

El hombre estaba pálido, cubierto de heridas y con la respiración acelerada, pero al menos seguía vivo. Larss, en cambio, yacía muerto bajo varios cuerpos despedazados.

-    Debemos avanzar.- suplicó Swarkaff casi a gritos mientras le ayudaba a incorporarse.

Le devolvió su arma.

Julius sentía que le palpitaba la cabeza. Alzó la vista y alzó el arma justo cuando un mandoble caía sobre él. Detuvo el arma, empujó con todas sus fuerzas a su rollizo contrincante y le enterró la espada en su pecho. Escupió sangre antes de derrumbarse.

Julius pasó por encima de él y corrió hasta la delantera. Allí, embadurnado de sangre, Christoff se abría paso arrancando gritos de terror y almas por igual. Se colocó a su lado, descargó un golpe sobre un moribundo que yacía en el suelo, y se adelantó. Tan solo cuatro hombres armados con ballestas le separaban de la última sala...

Baile de Brujas - BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora