Capítulo 28

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Capítulo 28

Los primeros cinco días desde la partida fueron tranquilos. Los festejos prosiguieron en la fortaleza, y aunque la falta de personajes tan emblemáticos en la corte como Julius o Arabela no pasaba desapercibida, pronto todos encontraron nuevos motivos por los que reír y hablar. Los hermanos paseaban y bromeaban, Dorian componía y Gabriela bailaba al son de la música. Noche tras noche, Darel entrenaba con Symon ocupando el lugar de su hermana y Elaya, siempre dispuesta a escuchar a todo aquel capaz de explicar algo que valiera la pena, acumulaba todo tipo de conocimientos. Saberes comunes, historia, leyendas, idiomas...

Fueron días tranquilos en los que disfrutaron de la simplicidad de la vida, de las confidencias bajo las estrellas y del contacto humano. Días tranquilos en los que en sus mentes se acumulaban y mezclaban decenas de preocupaciones e ideas... pero días agradables después de todo. Varg parecía satisfecho de poder seguir saboreando la batalla vencida a su tío y el Rey disfrutaba de la presencia de su prima. Dorian hacía las delicias de los nobles con sus cantos y Symon iba ganando terreno a pasos agigantados.

Incluso Darel y Elaya parecían más unidos. El Príncipe había acudido la quinta mañana a su habitación como tiempo atrás había hecho, y tras regalarle una rosa, la había invitado a desayunar juntos en uno de los jardines. Y había sido allí donde, precisamente, habían encontrado a la famosa Shanya de la que todo el castillo parecía hacerse eco.

Shanya Blaze ya era una mujer adulta de unos cuarenta años, alta y ancha de espaldas. Su piel era ligeramente rosada, y aunque tiempo atrás había lucido una magnífica y larga cabellera roja, ahora se limitaba a llevarlo muy corto y oscuro. Su rostro era anguloso y caballuno, sus pómulos altos y sus ojos de un intenso color azul celeste que recordaba a los mares sin fin que rodeaban la isla. Nariz aguileña, manos llenas de callos y piernas musculosas. Una mujer de mundo, una guerrera... una viajera. Shanya Blaze no era una cualquiera, y no solo su mal humor y su vocabulario mal sonante evidenciaban sus largos años en comunión con los marinos; su armadura de escamas grises nunca vista en la isla, sus armas de extraño material verdoso y el peculiar colgante que decoraba su pecho plano eran factores a tener en cuenta, aunque lo que realmente llamaba la atención era el peculiar idioma chasqueante en el que entonaba sus cánticos.

Y había sido precisamente así, cantando, como la habían descubierto. La pareja había salido a primera hora para disfrutar de los rayos del sol cuando, procedente de los bancos de flores, habían oído aquellos extraños cantos.

Darel había sido el primero en incorporarse para ir a curiosear, pero a pesar de su sigilo, había sido él el cazado. La grácil mujer se había dejado caer desde lo alto de una de las ramas congeladas a sus espaldas, y tras darle un buen susto, se había auto invitado a disfrutar del desayuno que los sirvientes habían preparado. Tomó asiento sobre las pieles que con tanto cuidado había extendido el joven sobre la hierba helada y le dio un buen trago a la bota de vino. Envuelta por pieles blancas como la nieve, Elaya no pudo evitar reír cuando el suave líquido rojo resbaló por sus labios dibujando una larga línea carmesí hasta el mentón. Como respuesta, Blaze hizo una reverencia con la cabeza en tono burlón.

- ¡Que alegría ver parejas jóvenes correr por los pasillos de nuestra fortaleza!- dijo con una amplia sonrisa.- Parece que eres el único de salvar a nuestra estirpe, Darel. Para mi ya es tarde para tener críos, pero tú... vaya, ¡tú pareces el único interesado en tener descendencia!- cogió uno de los bollitos de crema de manzana y le dio un buen mordisco.- ¿Qué demonios le pasa a tu primo? ¿Acaso nunca va a casarse? ¡Y qué me dices de tu tío! Si sigue alargando más la espera va a acabar teniendo que buscársela en el cementerio.

Shanya engulló el pastelito y soltó una carcajada jocosa. Darel y Elaya, algo cohibidos, sonrieron también, aunque con menos humor. Darel sentía demasiado desdén hacia su primo como para reír sobre algún tema relacionado con él a no ser que se tratara de su muerte, y Elaya, por su parte, prefería no pensar en Julius. Shanya ahogó su carcajada ante el silencio de los muchachos. Miró a uno, a otro, y sonrió.

Baile de Brujas - BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora