Capítulo 62

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Capítulo 62

Unas semanas después, Symon fue informado de que los supervivientes de la operación de Uvervladd habían vuelto. La mayoría había muerto, pero el tesoro que traían consigo bien había valido todas y cada una de las vida arrebatadas.

Era una noche lluviosa, fría y desagradable, pero a pesar de ello Symon no dudó en salir a la puerta principal. El castillo, siempre dormido de noche, había despertado, y tan pronto la grata noticia se corrió por la zona, los pasillos se llenaron de caballeros,  nobles y siervos que corrían de un lado a otro.

Darel también despertó cuando uno de los mensajeros llamó a su puerta. Elaya, a su lado, padecía dolorosas pesadillas que la hacían retorcerse entre las sábanas. Últimamente no lograba dormir, y cuando lo conseguía todo tipo de malos sueños la atormentaban hasta hacerla despertar a causa de sus propios gritos.

Eran malos tiempos... pero todo cambiaría. Su tío había vuelto, y con la muerte de Varg las heridas de su prometida sanarían.

Besó el cabello dorado de su mujer antes de abandonar el lecho. Se vistió con las primeras ropas que encontró, y tal y como Symon haría unos minutos después, salió a toda prisa por los pasillos en dirección a los jardines delanteros.

Dorian, se limitó a salir al balcón de su habitación con una macabra sonrisa atravesándole el rostro. El regreso de Arabela era algo que había deseado en los últimos días, pero no tanto como la confirmación de la muerte de aquel maldito mal nacido. ¡Julius muerto! No cabía en si mismo de gozo de solo pensarlo. Su corazón había latido más salvaje que nunca cuando Symon, durante una partida de ajedrez, le había confesado el cometido de Christoff. Desde entonces no había logrado dormir de la emoción. Día a día había aguardado en silencio en la noche con una copa en la mano, esperando el día... y al fin había llegado.

   Vestido con sus mejores ropas y con una amplia copa de cristal en la mano, Dorian saboreó el sabor de la noche. La lluvia le sabía a sangre, y creía escuchar lamentos arrastrados por el viento. Las sombras formaban a su alrededor misteriosas formas humanas. Juntos disfrutarían de aquel gran espectáculo.

Alzó la copa, y a su alrededor las sombras brindaron con él.

Los primeros caballeros atravesaron las puertas del castillo sobre los lomos de unos magníficos corceles blancos. Ambos, jóvenes y con el rostro contraído en una magnífica mueca de orgullo, portaban dos grandes estandartes que el viento hacía ondear. Willhem cabalgó a lo largo y ancho del patio principal bajo la lluvia. Los gritos de los sus recién encontrados compañeros restallaban en la noche como latigazos. Desde las ventanas, los nobles se unieron a sus gritos, y en el patio, los caballeros.

Minutos después el resto del grupo irrumpió en el patio. Eran muy pocos en comparación a los que partieron, pero lograron con su simple presencia que el castillo rompiera en aplausos.

Symon, que aguardaba en la puerta junto a otros tantos, fue el primero en ver a través de la noche como, tras desmontar, dos caballeros tomaron al prisionero de los brazos. Todos sus compañeros se habían lanzado a por ellos a felicitarles y ayudarles, pero pronto logró reconocerles.

- Este hijo de puta lo va a pagar caro.- le aseguró Cupiz al pasar a su lado.

Vega se limitó a saludarle con una respetuosa reverencia.

El prisionero había sido torturado, y había perdido un brazo. Llevaba el rostro cubierto por un saco, las ropas roídas y la mano y pies destrozados.

Le arrastraban inconsciente.

-    Buen trabajo.- dijo Darel con voz tensa.

Observó con detenimiento el cuerpo de su primo e hizo un ademán con la cabeza para que lo metieran. Unos minutos después, tras encerrarlo en las mazmorras, el Rey visitaría al prisionero en compañía de su hijo.

Baile de Brujas - BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora