Capítulo 53

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Capítulo 53

Amaneció un día nublado y frío. El sol lograría iluminar el día hasta las doce, pero después rompería a llover. Y sería una lluvia suave y ligera, pero suficientemente molesta como para que parte de los caballeros que solían morar los patios tuviera que ocupar sus posiciones más allá de los muros.

Vega y Gerrard se pasarían el día en un cobertizo atendiendo a las decenas de candidatos que ansiaban unirse a la orden. Las primeras horas habían sido una auténtica avalancha de gente, pero ahora únicamente les quedaba aguardar a los más rezagados. Por el momento ya habían sido sesenta los interesados, y todo apuntaba a que seguramente alcanzarían los cien. En su mayoría eran desconocidos, caballeros recién ascendidos y jóvenes con ganas de aventuras. Pero también había otros que muy experimentados. Hombres con los que únicamente se podía  contar en sueños, pues su vida giraba alrededor de otras quehaceres, pero que, por alguna razón, habían decidido abandonarlo todo para unirse a ellos. Cupiz, Curlyk, Christoff Erym... y eso no era más que solo el principio. Alejandría les echaría de menos.

Symon y Dorian se instalaron en uno de los salones desde primera hora de la mañana a jugar al ajedrez. A lo largo de los meses habían probado distintos juegos de mesa, pero el que mejor se adecuaba a aquel día triste y a sus estados de ánimo era la batalla entre ejércitos. Symon, al mando del ejército de los hijos de la noche y Dorian con los poetas guerreros.

A pesar del pequeño incidente de intento de asesinato por parte de Symon de unos meses atrás, se llevaban muy bien. Eran personas inteligentes y letradas, con intereses en común como los libros y el arte. Solían pasarse largas horas charlando. A Muerte le gustaba escucharle recitar sus poemas, y a él oírle hablar sobre política.

Aprendían mucho el uno del otro.

Willhem solía pasarse los días entrenando con el resto de chiquillos de la corte. Era un gran jinete, pero ni tan siquiera las clases intensivas de los hermanos Lothryel habían logrado hacerle aprender a usar la espada. El maestro Zorrya tenía bastante paciencia, pero tras ver que el muchacho era un auténtico negado, había decidido enviarle con los arqueros. Allí había encontrado una nueva actividad que le resultaba muy interesante, pero su puntería era tan nefasta que pensar en él como un posible tirador resultaba preocupante. Mataría gente, desde luego, pero la duda era de cual bando serían las bajas.

Después de abandonar el entrenamiento con el arco, Cupiz decidió encargarse de él. Estudió detenidamente su estilo con la espada, y sin necesidad más que de observar como alzaba el arma, creyó descubrir el problema. Le regaló un par de cuchillos largos de plata, y le enseñó como usarlos.

El cuchillo no era un arma demasiado noble, y Willhem no parecía estar demasiado feliz con la idea de combatir como un maleante, pero con el paso de los días comprendió que había nacido para ser un bandolero. Los cuchillos, mucho menos pesados, le resultaban mucho más cómodos. Pronto se convertirían en una prolongación más de su cuerpo.

Desde entonces había empezado a entrenarse en solitario.

Aquel día decidió pasarlo en una de las salas de espejos. Hasta ahora había sido un cobarde, pero ahora se sentía poderoso. Tan poderoso que cuando volviera a haber una batalla, él se lanzaría a la cabeza.

Darel y Elaya habían preparado una pequeña escapada a una de las ciudades costeras del Este; Blackember. La princesa había insistido hasta convencerle de tomarse unas pequeñas vacaciones alejados de todo y todos, y tras muchos intentos, había logrado convencerle.

Un par de horas después del amanecer, la pareja partiría junto a diez caballeros, pero también con una nueva pareja. Arabela y Julius, ansiosos por pasar un poco más de tiempo juntos, habían optado por acompañarles.

Baile de Brujas - BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora