Capítulo 40

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Capítulo 40

Hacía ya muchos días que Varg no acudía a los aposentos de su padre.

Cuando aquella noche apareció, los guardias no pudieron disimular la sorpresa. Sus hermanos menores iban cada día a verle y pasaban muchas horas a los pies de la cama donde estaba postrado. También habían acudido a visitarle conocidos como Dorian, el más querido de los artistas del Rey, su sobrino Darel y su prometida; el señor Symon Lothryel, y miembros de la guardia de ambos reinos. Incluso había ido su hermano menor un día después de su llegada, pero de Varg no había habido visita alguna.

Los rumores decían que el joven heredero ya estaba formando su propio consejo de sabios. También se decía que estaba diseñando planes de futuro, buscando lealtades y aliados, pero lo único que era cierto es que se estaba preparando para ocupar el trono.

Pero que él ya estuviera saboreando el trono no implicaba que el Rey fuera a morir. Su estado empeoraba día a día peligrosamente, pero cuando parecía llegar al límite, al siguiente amanecer despertaba recuperado. Era un ciclo sin fin. Pero Varg sabía que mientras su padre siguiera con vida, de nada servirían sus planes. El Rey daba órdenes a su consejo desde la cama, y este los ejecutaba sin problemas.

Y fue precisamente aquella situación la que provocó que Varg decidiera acudir a los aposentos de su padre. Su último intento de apoderarse del trono antes de la muerte del Rey había sido rechazado por el consejo y parte de la guardia, y empezaba a estar cansado.

¿Acaso era necesario que corriera la sangre de su padre? Porque si así era, no dudaría en apuñalarle con su propia daga, pero antes de llegar a aquel extremo le gustaría poder encontrar alguna otra alternativa.

- Padre.- llamó desde detrás de la puerta. Llamó un par de veces a la puerta, y aguardó unos segundos antes de entrar.

La sala estaba totalmente a oscuras cuando entró. La ventana estaba abierta, y un frío infernal amenazaba con congelar a su silencioso padre. Este, envuelto entre gruesas sábanas, permanecía dormido.

Sentado en una pequeña silla de madera estaba el doctor Mitras Blake, uno de los mejores amigos del Rey Solomon. El ya anciano doctor había asistido a los tres nacimientos de los hermanos, y desde entonces no había abandonado la fortaleza. Apreciaba a Solomon y a Julius como a sus propios hijos, pero el paso del tiempo le había vuelto olvidadizo. En los últimos tiempos había ido olvidando detalles. Uno de ellos, y sin duda el más sorprendente, era que ya no recordaba a Konstantin. El haber olvidado al Rey de Alejandría provocaba que no fuera capaz de ubicar al joven Darel. Esto le había impedido sentirse a gusto en su presencia, y durante los últimos días se había mantenido oculto en sus aposentos. Y habría seguido escondido si no fuera porque el empeoramiento de la salud del Rey le había hecho levantarse de la cama. Desde entonces no se había alejado ni día ni noche de él.

-    ¿Ythan? ¿No es ya tarde para que estés despierto, muchacho?

-    No soy Ythan, doctor.- respondió Varg con tranquilidad.- Mis dos hermanos duermen hace ya rato.

-    Vaya, el joven heredero... menuda sorpresa verte por aquí.- dijo el doctor con voz pastosa.- Imaginaba que estarías jugando a ser Rey.

Harapiento, calvo y de poco más de un metro y medio de altura, Varg vio en él una posible víctima de su rabia si no era capaz de controlar esa lengua viperina que los Dioses le habían dado. Tiempo atrás había sido sabio y persuasivo, pero ahora ya no quedaban más que la sombra de lo que había sido. Ojos azules apagados y llenos de cataratas, piel lechosa sobre huesos débiles, manos temblorosas... a parte del recuerdo, poco quedaba de aquel al que tiempo atrás había respetado casi tanto como a su padre.

Baile de Brujas - BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora