Capítulo 19

3.3K 173 23
                                    

Capítulo 19

 

Envueltos por la oscuridad de la noche y guiados únicamente por la luz que manaba de las pocas llamas que aún ondeaban en la hoguera, los dos guerreros intercambiaban rápidas estocada.

Ella era veloz cual serpiente, capaz de atacar el doble de veces que su oponente en cada turno, pero también más mucho más débil físicamente. Cada choque de armas la hacía retroceder, y eran esos segundos los que su oponente aprovechaba para lanzar colosales golpes de mandoble a los que ella apenas podía responder.

Ella era mucho más rápida, pero él mucho más fuerte.

Las fuerzas estaban equilibradas. Sus estilos de combate eran muy distintos, pero todo apuntaba que tan solo el agotamiento marcaría al vencedor.

Un arco dibujado por el arma de Julius volvió a alcanzar la piel de la mujer. Era ya la quinta vez que le abría una herida, pero ni tan siquiera así había logrado que se rindiera. Sus impactos, tres en total, pero eran bastante más profundos que los cortes que infligía. Arabela no controlaba su fuerza. Julius, en cambio, lo intentaba, pero cada vez resultaba más complicado.

La adrenalina había desatado la pasión, y llegado a ese punto, poco se podía hacer. La sangre manaba de los cuerpos de ambos, pero de sus labios escapaban risitas risueñas. Cada roce les producía placer, y cuanto más se acercaban el uno al otro, más intenso era el deseo de arrebatarle una sonrisa al otro.

Arabela respondió al último ataque retrocediendo un paso. Esquivó el arma con gracilidad, soltó una carcajada, y tan pronto vio el hueco para colarse en su defensa, se abalanzó sobre él para lanzar una estocada.

El arma volvió a morder la carne a la altura del pecho. El caballero tuvo que retroceder. La apartó con un fuerte golpe con el arma plana en el hombro, y la chica perdió momentáneamente el equilibrio. Apoyó la mano izquierda en el suelo, e impulsada por una rápida cabriola, le estrelló la bota contra la cara. Julius volvió a retroceder con una nueva herida en la cara, pero logró apartarla abriéndole un corte profundo en el muslo derecho. Nuevamente, frente a frente, se dieron un par de segundos para respirar antes de volver al ataque.

Arabela cargó; su arma iba directa al corazón. Julius alzó el arma para detenerla. Abalanzó la mano derecha para sujetar la nuca de la mujer aprovechando su fuerza y la impulsó con fuerza contra la suya.

Ambos se mancharon los rostros de sangre cuando los cráneos chocaron. Julius aprovechó los segundos de aturdimiento de la muchacha para recuperar el aliento, pero lo único que logró es que Arabela le encajara un puñetazo en la mandíbula. Uno, dos... pero no hubo tercero. Apretó los labios y le hundió la rodilla en el estómago con todas las fuerzas. El hombre gimió de dolor y retrocedió, a punto de perder el equilibrio, pero logró mantenerse en pie. Alzó el puño y ya totalmente cegado por el dolor, la derribó de un potente puñetazo en la cara.

Arabela cayó fulminada al suelo.

Julius se llevó la mano al pecho, ahogado, y se dejó caer de rodillas al suelo. De sus labios escapó un chorro de sangre. Tardó unos segundos en recuperar el aliento.

Se pasó el dorso de la mano por el rostro para apartarse la sangre.

-    Maldita gata traicionera.- gruñó entre dientes.- En los duelos entre caballeros no se suelen emplear esas malas artes de ratera de ciudad.

Aguardó unos segundos a la respuesta, pero ella  no respondió.

Se incorporó dolorido. Escupió sangre al suelo y empezó a avanzar hacia la mujer con paso lento y cansado. Al acercarse se dio cuenta de que bajo su cuerpo delgado y magullado, empezaba a formarse un charco de sangre.

- ¿Arabela?- preguntó con un repentino mal presentimiento.

No respondió.

Julius se abalanzó sobre ella con brusquedad y se arrodilló a su lado. Tenía los ojos abiertos y el rostro cubierto de sangre. Apoyó la mano sobre su mejilla y maldijo. Estaba congelada.

Julius tembló al sospechar que la había matado. No había calculado sus fuerzas, y era posible que le hubiese roto la mandíbula. Cabía la posibilidad también de que le hubiese alcanzado la garganta...

No se había fijado donde había acertado. Lo único que sabía es que había muchísima sangre y que la mujer no se movía. Tenía la mirada desenfocada, los ojos enrojecidos, la boca medio abierta...

Obligándose a si mismo a mantener la calma, extendió la mano hasta su cuello y apretó con suavidad la traquea. Si al menos respirara podría llevarla a la fortaleza cabalgando.

Pero no fue necesario seguir examinándola. Julius le encontró la respiración, e inmediatamente después, sintió un pinchazo en el cuello cuando la punta de la espada se clavó en su piel. Arabela entrecerró los ojos, y el rostro cadavérico recuperó la expresión burlona ya habitual en ella.

Con los labios curvados en una mueca divertida, reanudó la batalla derribándole con un fuerte cabezazo. Se quitó a Julius de encima con brusquedad, se encaramó sobre su cintura y volvió a apoyar el filo sobre su garganta.

Le guiñó el ojo.

-    Ya tenemos vencedor.- dijo en un susurro cansado.- ¿Cómo era aquello que dijisteis...? Ibais a felicitarme antes de matarme, ¿no?- Apartó el arma.- Es vuestro momento.

-    Combatís como un mercenario.- se quejó él.- Esas malas artes no son dignas de una señorita.

Julius se la quitó de encima de un empujón.

-    Debo aceptar que sois bastante buena, pero en condiciones normales, habría sido yo el vencedor.

-    Bla, bla, bla...- se burló mientras extendía los miembros en el suelo.- ¿Por qué no me dais la enhorabuena? Vamos, después os dejaré que me cortéis la garganta. Seré buena. Lo prometo.

Julius entrecerró los ojos en una mueca de condescendencia poco creíble, pero no pudo aguantar mucho más las ganas de reír. Se tumbó a su lado.

-    Sois odiosa.- la maldijo.- La mujer más odiosa que jamás conocí.

-    Pero también la más interesante.- secundó ella. Se llevó las manos a la cintura y se deshizo del cinturón y el arma con gracilidad. Buscó con la mirada las pieles y la lanzó con puntería.- Es la gente como yo la que da color a la vida, ¿no creéis? Vivir rodeado del gris de los caballeros no resulta emocionante... pero el rojo de la sangre es otra cosa.

Volvió la mirada hacia Julius, le tomó de la mano con suavidad y se le dio un lametón en uno de los cortes. La sangre bañó sus labios y lengua.

Perplejo, el caballero volvió a reir. Era una auténtica salvaje, pero le apasionaba su carácter, su mirada, su rostro y su cuerpo. Toda ella era un volcán de emociones del que, involuntariamente, había quedado cautivado. 

Arabela saboreó la sangre. Jamás había sentido tanto deseo por nadie, pero lo cierto era que tampoco había conocido a nadie como él. A pesar de ser consciente de que parte de la pasión del combate era la que ahora la dominaba, no le importó. Le tomó del rostro y le atrajo con suavidad hasta el suyo. Un beso, un guiño, una caricia... le arrastró hasta debajo de las capas y se deshizo de sus ropas.

Ya en sus brazos, Arabela lanzó una última mirada a la hoguera antes de que se apagara. Fuera cual fuera su cometido real, ni lo recordaba ni tenía el más mínimo interés de hacerlo. Después de tanto tiempo, ansiaba poder disfrutar de verdad la vida.

Baile de Brujas - BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora