Capítulo 26

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Capítulo 26

Symon disfrutaba de los placeres carnales en compañía de Serendy Ladya cuando alguien abrió la puerta de la habitación. El hombre maldijo ante la pérdida de concentración de la muchacha. Apretó los colmillos, y antes incluso de ver a la causante de la interrupción, la expulsó a gritos.

La curiosa no dudó en obedecerle no sin antes soltar una estruendosa carcajada.

Incómoda y con las mejillas sonrojadas, la jovencita escapó de la presa de su amante. Se incorporó con la sábana cubriendo su cuerpo desnudo.

Consciente de que no debería estar allí, temía que las noticias de su encuentro con Lothryel llegasen a los oídos de su padre. Y no es que Symon fuera una mala persona, pues a ella jamás la había tratado mal... pero no sería la primera vez que el señor Ladya acababa con la vida de uno de sus trabajadores por simples fallos durante la fabricación de alguna pieza.

La muchacha, alta, esbelta y dueña de una enigmática belleza que pocas poseían, palpó el suelo en busca de sus ropas mientras que, tumbado cómodamente en el lecho, Symon la contemplaba con una amplia sonrisa en el rostro. Se incorporó sin pudor alguno de mostrar su cuerpo desnudo, y sin dar importancia al deseo de huir de la muchacha, la tomó de las muñecas y la atrajo con suavidad. Deslizó la mano entre sus largos mechones de cabello castaño y poco más que un beso le bastó para que volviera a estremecerse en sus brazos.

-    ¿Acaso ibas a abandonarme tan pronto? No... claro que no.- murmuró Symon con tono meloso mientras la tomaba en brazos y la depositaba suavemente sobre la cama.- Aún tenemos muchas cosas de las que discutir, ¿no te parece?

-    ¡Si mi padre se entera de que estoy aquí te matará!- insistió la chica sin hacer ademán alguno de desear deshacerse de las suaves caricias de su acompañante.

-    Tranquila... vale la pena intentarlo.

Sin necesidad de más mentiras, disfrutó de la compañía de tan bella dama durante largo rato. Compartió risas, besos y caricias.

Aprovechó su inocencia para acallar sus más perversos deseos.

Un rato después, ya relajado y despojado de tan molesto y a la vez dulce deseo de placer, ayudó a su acompañante a que cubriera sus vergüenzas con uno de los vestidos que unos días atrás tanto había disfrutado quitándole a una de las sirvientas. La invitó a tomar asiento en sus rodillas, junto a la ventana. El amanecer había traído consigo un magnífico día de cielo azul sin nubes. La temperatura era baja dentro de la fortaleza, pero más allá de los muros, era tan agradable que no tenía necesidad de vestir más que unos cómodos calzones.

La muchacha se acomodó en el regazo de su amante y estiró sus largas y bronceadas piernas. Un delicioso espectáculo, pero poco interesante ahora que ya había probado su miel. Symon se limitó a depositar la mano sin deseo alguno sobre su muslo desnudo y forzar una sonrisa amable. Con cada segundo que pasaba, su interés inicial por la jovencita iba evaporándose.

Antes de que fuera demasiado tarde le arrebataría las respuestas que necesitaba.

Deslizó la mano entre los pechos de la muchacha y recogió con delicadeza un bello colgante en forma de estrella. El material empleado era de primera calidad, los diamantes magníficos y el trabajo formidable. Era una pieza de orfebrería digna del mejor maestro, y así se lo hizo saber. Ansiosa por que Symon no perdiera el interés en ella, deslizó las manos sobre las suyas insinuante antes de tomar entre los dedos la joya.  

-    Fue el regalo de mi padre por mi aniversario.

-    Oh, vaya... muchas felicidades mi bella princesa. ¿Cuándo fue?

Baile de Brujas - BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora