Capítulo 68

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Capítulo 68

Cuando Elaya llegó a la fortaleza de Alejandría, Darel ya la estaba esperando en el patio. Atravesó a gran velocidad el suelo enfangado y no paró hasta poder tenerla entre sus brazos. Siempre había sufrido en su ausencia, pero jamás tanto como hasta entonces.

Darel llevaba ya varias semanas como Rey, pero no habían sido tiempos precisamente buenos. El descontrol del Reino tras los ataques por parte de la población y la recién iniciada batalla de su tío contra Almas Perdidas le habían dejado en una situación crítica, y no estaba seguro de haber las decisiones adecuadas. Pero con la llegada de Elaya todo volvería a su cauce. Todos aguardaban a su reacción, y él tan solo necesitó que su esposa le relatara los últimos acontecimientos para tomar la decisión definitiva que cambiaría todo.

-    Almas Perdidas se ha unido en Alejandría contra Reyes Muertos, Darel. Hace tiempo que estaban planeando que Reyes debía caer... y ha empezado la guerra. Te quieren como Rey... y los últimos acontecimientos no han hecho más que adelantar lo que era inevitable. Ha llegado nuestro momento, mi amor; tu momento de recuperar lo que tiempo atrás tu tío arrebató a tu padre... lo que te pertenece.

-    Dioses... ¿Pero porque?- había respondido él, perplejo.- ¿Cómo lo han logrado? ¡Necesito saber qué está pasando!

-    Aún no puedes saber el como, pero sí el porque... y sabes cual es. Lo supiste desde el primer momento en el que pisaste ese reino. Debes confiar en mi... estamos juntos en esto. Ellos, tú y yo. Alejandría va a recuperar lo que se merece por derecho. Era lo que querías... y para mí, tus deseos son órdenes.

-    ¿Y que pasa con  Julius? Él y Arabela...

Elaya no respondió. Desvió la mirada por la sala del trono donde su marido le había llevado y cruzó los brazos sobre el pecho. Era un lugar magnífico, pero no tenía tiempo para disfrutar de ello. La guerra había estallado en el sur, y ahora todos aguardaban a que Alejandría acudiera a dar el golpe de gracia.

- Te lo explicaré todo más despacio... pero sobre Julius lo único que puedo decir es que no es de los nuestros.- fue lo único que dijo.

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Quince horas después del fin de la purga, Cupiz aún sentía que le temblaban las piernas. El combate con Vega había sido muy duro. El caballero tenía un talento abrumador, y en muchas ocasiones había estado a punto de caer a sus pies... pero la suerte le había sonreído. Después había tenido que matar a muchos otros antiguos compañeros, salvar a otros tantos y apagar varios incendios. Muchos habían muerto, y pocos Alejandrinos seguían con vida... pero parecían haber salido victoriosos. Los suyos estaban vivos, y eso era más de lo que había esperado.

Decir que no estaba confundido sería mentir, pero Cupiz trataba de no pensar demasiado en ello. Había vivido pocas guerras en su vida, pero sin duda aquella sería la que más marcaría su existencia a partir de aquel entonces. Su vida y la de toda la isla, desde luego, pues aquello no había sido más que el principio de una guerra en la que todos los reinos se verían envueltos.

Él lucharía con Alejandría hasta el final de sus días.

Ahora que Darel y Elaya eran sus Reyes, sentía más deseo que nunca de proteger con su vida su reino. Y era consciente de que seguramente sería precisamente eso, la vida, lo que tendría que dar, pero no le importaba. Al contrario. Para él era todo un honor... Pero para ello necesitaba volver a su reino. Solomon le había obligado a permanecer alejado de los suyos para combatir en su estúpida guerra, pero ahora todo había acabado. Había llegado el momento de volver.

Y precisamente estaba pensando en su regreso cuando Symon se cruzó en su camino. Cupiz y los suyos se habían acomodado en una de las salas, alrededor de una hoguera. Algunos comían mientras que otros, agotados y o heridos, dormían. La mayoría estaba muy entusiasmada con el plan de los hermanos.

Baile de Brujas - BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora