Capítulo 11

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Comía su hamburguesa con sentimiento, su estómago se lo pedía y ella lo llenaba.

Había hambre, así que ninguna de las dos habló, solo se miraban y sonreían, como si pudieran hablar con las miradas.

Scarlett se fue al móvil y comenzó a conducir.

Se puso a pensar en su Manada y una lágrima resbaló por su mejilla derecha, humedeciendo la. Se la quitó enseguida y se acordó de su madre, pensó en ir a ver la casa. Sin embargo, primero iría a ver a ese tal Jason Marchrest y luego se iría a su casa.

Ella tenía nueve años cuando su padre fue reclutado para ir a Afganistán, su madre la había criado hasta los 16 y cuando se fue a vivir con Will lo último que le dijo fue un 'Porque se que si me quedo, me dejaras enferma', la mirada de su madre era de pena y luego volteó para irse. Chase la esperaba afuera en un Gran Torino que fue vendido para poder cuidar la cosecha. Desde entonces no la ha vuelto a ver, algunas veces miraba la casa pero no ha entrado después de eso.

Al llegar a la ruta, hizo un kilómetro de asfalto y luego tomó una segunda ruta de camino de tierra. Hizo otro kilómetro y hasta que llegó, había un cartel grande que decía Laguna esa chacra le pertenecía a un soldado, compañero de su padre que también había sido reclutado en el mismo momento.

Se bajó y abrió la trinchera, luego comenzó a caminar hacía la casa.

Supuso que estaría llenó de hombres y ninguna mujer presente, y si había una mujer lo agradecería mucho.

Al principio le costó adaptarse a la manada porque era la única mujer, pero después de seis semanas tomó la confianza y empezó a ignorar ese detalle.

La casa era grande, no era una casa de madera como en la que vivía ella, está era una casa común como las del pueblo. Era blanca y sus cortinas eran azules. Era bastante lindo como para ser una casa de licántropos.

Tocó la puerta y en dos segundos apareció un chico de 16 años con una sonrisa, cabello pelirrojo y ojos mieles, no estaban acostumbrados a tener visita, pero cuando las tenían, las atendían muy bien a tal punto de que hacía que vuelvas a visitarlos.

— Hola, ¿en qué la puedo ayudar?— Preguntó amable.

— Hola, Oficial Scarlett Johansson. Me gustaría hablar con Jason Marchrest.— Mostró su placa y le sonrió.

— Claro Oficial, pasé.— Entró y observó la casa, era un pasillo que después daba a un living, luego al comedor, después cocina y al final una escalera que daba a las habitaciones.

Siguió al muchacho y al entrar al comedor estaba todo repleto de hombres como lo había pensado, habían cinco, seis con el pelirrojo.

— Oigan, una oficial nos vino a visitar.

Un aroma a sahumerio de vainilla invadió el olfato de Jason. Era uno de sus olores favoritas y lo había sentido cuando Scarlett entró. Su cuerpo parecía una obra tallada a mano, sus caderas se mecían al caminar y le daba un toque femenino, sus ojos mares eran tan llamativos, que se perdió en ellos, comenzó a recorrerla con su mirada oscura y se dió cuenta que era perfecta, se sentía bien su presencia y lo relajaba bastante.

Scarlett sintió un olor a chocolate, apartando el aroma a nicotina que salía del humo del cigarrillo. Sintió una presencia bastante placentera y eso la hizo sentir bien. Su corazón comenzó a latir con calma y supuso que su Maté estaba ahí, pero no le dio mucha importancia, ya que lo único que le importaba era el caso.

— Buenas tardes, soy la oficial Scarlett Johansson, disculpen la interrupción a esta hora.

— No se moleste oficial, tome asiento.— La invitó Logan. Ella se sentó frente al Alfa y lo miró por un momento, perdiéndose en sus ojos negros que desvío enseguida para poder parecer que no le importaba.

—¿Le sirvo algo? Tenemos café, té, lo que usted quiera.— Ofreció Ángel antes de dirigirse a la cocina.

— Un café si no es mucha molestia.

— No, no se preocupe. Ahora lo traigo.— Se fue a la cocina. Ella sacó la libreta y la apoyó sobre la mesa.

— Necesito hablar con Jason Marchrest por favor.—Todos miraron al Alfa que estaba frente a ella. Scarlett levantó una ceja y sonrió.— Bien. Me gustaría hacerle unas preguntas.

—¿De qué? No hice nada.— No sabía cómo comportarse frente a una mujer tan perfecta como Scarlett, así que intentó tratarla como las trata a todas.

— En ningún momento dije que usted haya hecho algo. Sólo vine hablarle sobre los asesinatos en Seward. Si sabía algo, si tiene algún contacto o algo que me sea útil.— Se cruzó de piernas y Jason apagó el cigarrillo.

— ¿Quién le dio mi contacto?— Preguntó con una media sonrisa.

— No es necesario que lo sepa, solo necesito respuestas y haré lo que sea para conseguirlas.— Se formó un silencio.— Bien. ¿Qué a estado haciendo estos últimos días?

— Mirando tus curvas.— Le guiñó un ojo. Este hombre la volvería loca, su mirada era tan extraña y maravillosa que hacía que te pierdas en ella.

— Es enserio señor Marchrest, ¿qué ha estado haciendo estos últimos días?

— Ya se lo dije, mirando sus curvas. — Scarlett levantó su ceja derecha y negó.

Ángel llegó con el café y ella tomó un sorbo que le quemó la lengua pero lo ignoro, ya que estaba ocupada con una guerra de miradas con Jason.

Vio un tatuaje en el hombro derecho de un chico rubio y este era de los diferentes cambios de la luna.

Scarlett se acordó de lo que hacían las manadas protectoras, entonces habló.

—Okey, si lo suave no le va, empezaré con algo más fuerte. ¿A dónde se dirigen ustedes todas las noches?— Jason se sorprendió ante esa pregunta pero ahogó su rostro de sorpresa, tenía un ego tan grande que siempre se mostraba como el Alfa esté donde esté.

My WeaknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora