Ella y lo nuevo

54 1 0
                                    


Odio mi vida. 

Odio a mi hermano. 

Odio tener que levantarme temprano. 

Odio el clima tan feo que aquí persiste cada segundo. 

Y lo más importante, odio ir a la escuela. 

Odio todo y más el maldito sonido de la alarma que no deja de joderme desde hace más de cinco minutos, el tiempo mismo que le pedí tiempo extra.   

- ¡ARRIBA, JORDAN! - Con el golpeteo tan fuerte que el idiota de Lance dio a mi puerta terminó por despertarme completamente y hacer que mi día comenzara de una mala manera. Si hay algo que me enoja hasta el puto tuétano, es que toquen la puerta como desesperados, cosa que he llegado a hacer, pero que no me gusta recibir.

Después de unos cuantos minutos de quedarme parada mirando mi semidormido rostro o lo que se supone que tendría que ser uno, decidí que era momento para comenzar a realizar un intento de arreglo personal para mi presentación.

- Oh, mierda mierda, mierda.- Fui un poco idiota al no poner atención en cuál llave del lavabo es la que abría y por ese descuido, la que abrí y metí para que mis manos se congelaran más de lo que ya estaban, fue la llave de agua fría. Con rapidez hice lo mismo, pero ahora del modo correcto para dejar que un poco de agua, sólo la necesaria, cayera a una bandeja pequeña que se podía meter en la llave del lavabo. Ya estando llena, sumergí mis manos para poder acunarlas y llevar un poco hasta mi cara para lavarla y hacer que la maldita reaccionara e hiciera un gesto normal de persona despierta. 

- ¡Rápido, Jordan!  ¡Vas a la mitad!...- En cuanto levanté mi cara para poder ver el reflejo de Lance decirme que me  diera prisa, él se había esfumado y supe que sólo pasó de largo para apresurarme. 

De nueva cuenta emprendí camino a mi cuarto para cerrar detrás de mí la puerta de madera de color caoba, para comenzar a realizar mi rutina mañanera, una que acostumbraba a hacer allá, en la vieja casa. 

Del closet sólo saqué unos tenis blancos porque la ropa no la he acomodado ahí dentro, y  ni siquiera voy a intentar doblarla y colocarla dentro, no por un buen rato.

Tomé una de las mis maletas que contenía mi ropa y de ahí saqué lo que buscaba: un pantalón de mezclilla  de color oscuro y una blusa holgada de color negra que llegaba hasta por encima de mis muslos. Coloqué con velocidad cada prenda, añadí una sudadera gris con un pequeño estampando negro en un orilla. Mis calcetines los tomé del color menos preferido, pero que a sabiendas que el pantalón los taparía, me fue sencillo decidir que me acompañarían hoy. El naranja, el peor aliado para éste otoño invierno..

Cepillé el maldito cabello que no fue una herencia de la guapa mujer que me  dio la vida. Mucho trabajo me costó por muchas razones, peor al menos dos de ellas, es porque mi cabello es largo, demasiado, llega exactamente donde termina mi espalda, y dos, porque es un cabello sumamente grueso y por consiguiente rebelde. Pero al menos intenté darle algo de arreglo. 

- ¡¿YA?! - Bufé tomando mi mochila, la que sólo llevaba las cosas suficientes para mi primer y atrasado día de clases. 

Llegué abajo con mi calma, que aunque siempre tengo, hoy era un día especial para fastidiar a Lance el puntualito. Creí que tendría que tomar alguna fruta que estaba en la mesa de cocina, pero cuando entré me llevé la sorpresa de que mi gran plato de cereal con plátanos incluidos estaba servido y con una muy, muy mala presentación.  

- Eso se ve feo.

- Es tu culpa, te tardas mucho.

 - Hice un muy buen récord en intentar verme decente, como para que me digas que me tardo mucho.  Lo hice rápido, Lance.

Ocultos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora