- ¿Por qué?
- Porque no quiero otro maldito castigo.
- Pero en eso s[i tuvieron la culpa los dos... Digo, ambos fueron idiotas al causar eso...- El daño colateral ella lo está tomando muy personal.- ¿Sabes cuánto me costó la ropa que arruinaron por andar jugando a Albert Einstein? ¡No te rías bruta, que hablo enserio!
- ¡Maldita sea, Roja, deja de golpearme!
- El que tu no tengas buen gusto por la moda...- Me observó con desdén de arriba a abajo como si fuera un delito traer botas con pants. El frío puede llegar a ser tan abrasador, tan tremendo e inclusive cruel que el querer traer consigo una pijama en vez de ropa, no me hes de "mal gusto". Es como si algunas veces amaneciera bajo las ordenes de algo que lo obliga a permanecer lo más frío posible. O como si alguien estuviera jugando y pretendiera volverse dueño de su voluntad y potencia de esas velocidades del flujo en que el aire es víctima por un cambio de temperatura.- No quiere decir que a los demás nos dé igual vestirnos bien. Por cierto.- Interrumpió mis pensamientos que lejos están sobre su maldito tema concurrente.- ¿Por qué diablos vienes vestida así?
- Porque es una idiota para todo.- Mi boca después de haber sido abierta para volver a responderle a un ataque de Danielle, nuevamente otra maldita voz me interrumpió causando que mi boca no se cerrara sino se abriera en una ligera o, mientras su hombro chocaba fuertemente con el mío, para adentrarse al aula primero que nosotras, primero que nosotras y eso que nosotras ya estábamos en la puerta.- Y para vestirse no es la excepción.- Agregó, volviendo a chocarme con su elevado hombro a la vez que caminaba hacia el fondo, hacia su lugar, no sin antes sonreírme con esa linda pero castrante sonrisa.
- Ignóralo, Jordan.
- Lo dices como resultara fácil.
Ella sonrió. Yo sonreí.
Pero es la verdad. Ignorar a la persona que trato de ignorar todo el tiempo, no resulta ser un acto sencillo, y más si él se empeña en joderme y hacerme saber que está presente cada segundo. La seguí hasta unos cuantos pasos, deteniéndome en seco al ver algo bueno que me ocurría durante el día.
- Yo aquí.- Le señalé a unos pasos medianos. Ella sólo volteó, me miró y a pesar de que sé que le cuesta aceptar mis decisiones, lo acaba de aceptar con un gesto dulce, amargo, pero dulce detrás de ello.- ¿Puedo?
- Por supuesto... ¿qué milagro? - Ben, el chico de pelos color miel, asintió mientras me preguntaba. Tomé el banco que estaba abajo y lo ocupé para sentarme poniendo mis cosas encima de la mesa.
- La vida te da muchas sorpresas.
- ¿No quieres meterte en más problemas?
Enarcó su ceja sin dejar ese lado coqueto que me supongo siempre tiene. O bueno, cada vez que lo llegó a encontrarlo este tiende a saludar con un hola, asentamiento de cabeza o sonrisa, él tiene aquella sonrisa flechadora que te hace saber que es coqueto el joven castaño. No es como la de un chico de ojos miel, que cuando posa esos ojos tan claros, te da la confianza de hacer con él las travesuras más inocentes, es un encanto. Pero Ben es lindo, es divertido y amable.
- Digamos.- De mi mochila estando arriba de la mesa, saqué mi cuaderno de química, uno que daba pena ajena porque él fue uno de los más afectados durante el pequeño incidente. Está totalmente duro, como si un gigante le hubiera vomitado encima y al secarse aquel vomito amarillo con manchas naranjas por alguna comida que no se digirió completamente, quedara de aquel modo: con toda esa fea y peligrosa consistencia, un cuaderno duro, con hojas que difícilmente pueden ser despegadas y estas mismas con un color opaco, maltratado y sucio.
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Ocultos.
Vampire- Nada de esto es real.- Murmuré muy segura de mi aunque frente a mis ojos tuviera la real y cruda veracidad. Mis manos temblaban, mi ojos comenzaban a nublarse, mi boca a secar, mi corazón a golpear con rudeza mi pecho y mis oídos a taparse para q...