- ¿Podrías ya madurar, hijo de perra?
- Jordan.- Su voz sonó igual a la de mi madre cuando sabe que estoy haciendo o diciendo algo "inapropiado". Pero en este caso, fue más una advertencia de que no siguiera el juego de un muchacho inmaduro.
- ¿Es que la señorita se pone de diva?
- No idiota, el divo aquí eres tu.- Me giré los pocos grados que pude para mirar directo a sus malditos ojos y advertirle que dejara de lanzar papelitos a mis cabellos que un nudo es siempre. Y con papel en él, no quiero imaginarme cómo es que quedará.
- Yo no soy divo.
- Eres mi divo.
- Ya me tienen harto, ya cállense la maldita boca.
Como si de un acto común se tratara, tanto Andrew como yo nos miramos abriendo un poco la boca para indignarnos con profesionalidad ante el comentario descortés de mi hermano amargado.
-¡Uy! A alguien no le han dado para su tunas.
- Es que no sé quién es más idiota... Si el que pregunta o el que contesta.
- O el que interviene.- Le sonreí a Lance que me miró de manera molesta al tiempo que chocaba el puño con el divo. Aunque no lo culpo. El que junten a un Andrew con una Jordan no es bueno para nadie de alrededor presente. Cualquiera se desesperaba, incluyéndome.
- Te voy a bajar aquí...- Para antes que terminara la frase que hubiera podido convertirse en acto, mis manos se aferraron con rudeza a la parte baja del asiento, con muchas fuerzas me sujeté como si del auto fuese a salirme. Y no exagero. Lance no se caracteriza por ser un mal conductor, para nada, no obstante el auto que pasó junto a nosotros fue un pedazo de imbécil. Casi morimos si es que Lance no controlara tan bien el volante, incluso si no tuviera tan buenos reflejos, pero de verdad excelentes reflejos.- ¡Hijos de puta!...
Pero no fue el último. Cuando creímos que pudo haber sido un loco maniático, o alguien con verdadera prisa, pasaron dos autos más y lo peor es que reconocía uno: era Danielle. Pero ella pasó sólo cerca sin aventarnos su vehículo como lo hicieron los dos primeros.
- ¡Malditos, hijos de perra! - Andrew no tardó en resaltar su coraje. Por otro lado Lance, pitó el claxon de modo desesperado.
¿Quién no lo haría?
Pero ahí no termina todo. Lo peor fue que el idiota de la motocicleta miró por sobre su hombro, cuando nos rebasó. Lo hizo de tal modo que fue suficiente para preocuparme de que el muy hijo de perra como Andrew lo llamó, se provocara un accidente. Y no es que me interese su bienestar individual porque siempre, siempre hay implicaciones sociales que por supuesto afectan a terceros. Sonrió el maldito y arrancó a todo velocidad, mucha más a la que ya iba para perderse por la curva de la carretera que entre los árboles se invisibilizaba.
- Esos Black son hijos de su putísima.- Susurró mi hermano apretando con fuerza el volante mirando hacia donde se fueron, y hacia dónde nos dirigimos igual.
Fui más sensata y decidí sentarme bien para colocarme el cinturón, y tomarme de donde sea que me dé seguridad porque Lance aceleraba con ferocidad.
Ya sé que el cinturón de seguridad tiene que ser una de las cosas más importantes que demos hacer al introducirnos a un auto. Y Lance se encargaba de hacérmelo saber siempre al igual que mi madre, pero siempre hacía lo contrario no por quererles llevar la misma, sino porque en mi mente estúpida eso no era necesario.
- ¿Pretendes alcanzarlos?
- Lance.- Ese mismo tono de voz fue el que mi hermano usó conmigo para cuando le dije una pequeña grosería al idiota de Andrew, pero a diferencia que él la dijo con mucha más advertencia.- Lance... - Lance no hacía nada más que mirar la carretera, que por una nada rara razón ya había dejado de ser más que árboles enormes , musgo y vegetación. Ahora se veía los locales, algunas casas o tiendas departamentales o pequeños comercios y por obviedad parte de la escuela; lo alto de ella y la bandera que la identifica.- ¡Lance, ya basta! - El repentino golpe que Andrew le dio al asiento de mi hermano no sólo lo trajo a la realidad, sino a mi también porque que me asustó. Fue un golpe claro y directo.
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Ocultos.
Vampire- Nada de esto es real.- Murmuré muy segura de mi aunque frente a mis ojos tuviera la real y cruda veracidad. Mis manos temblaban, mi ojos comenzaban a nublarse, mi boca a secar, mi corazón a golpear con rudeza mi pecho y mis oídos a taparse para q...