Primera parte
Kat
—Esto es mucho más grande de lo que me había imaginado— dijo Brooke mirando desde el auto al enorme edificio que teníamos delante.
Estábamos en nuestra próxima nueva universidad, la State Island University of Manhattan.
—Sí— respondí, impresionada.—Vayamos a la secretaría por nuestros horarios.— agregué.
Nos dirigimos hacia la entrada de la universidad a través de un camino de cemento. El edificio era grande, mejor dicho los tres edificios, todos comunicados por puentes de color azul. Era fácil saber por dónde ir ya que había muchos letreros con flechas ayudando a los de primer año para poder ubicarse.
Entramos en el edifico principal por dos puertas altas y caminamos hasta la secretaría, donde una mujer mayor con el pelo blanco y corto nos miró detrás de sus anteojos con forma de semiluna.—Hola, somos de primer año y nos gustaría saber nuestros horarios, por favor.—dijo Brooke con ese tono amable que siempre usaba con desconocidos.
Brooke era mí mejor amiga desde que tenía uso de la razón, nos conocíamos mejor que nadie y éramos muy parecidas, salvo físicamente. Ella tenía el pelo largo, radiante y rubio con ojos celestes, en cambio mi pelo era más ondulado y de color café, al igual que mis ojos.
—¿Nombres?— nos preguntó la mujer.
Brooke, al ver que yo no iba a responder, se apresuró a contestar por las dos.
—Katherine Evans y Brooke Jennings.
Después de revolver por algunos papeles y carpetas, la secretaria encontró nuestros horarios y nos los entregó. —Aquí tienen, ¡bienvenidas!
Nos despedimos y puse mi atención en el papel que me entregó la secretaria. Teníamos seis materias el primer semestre, en las cuales tres estábamos juntas; filosofía, literatura y matemáticas. No estaba mal.
—Sabes...— me dijo Brooke mientras que salíamos de la recepción para volver al auto. —Podrías ser un poco más sociable de vez en cuando, Kat.
Podría haber sonado un poco brusco para otra persona que hubiese estado escuchando nuestra conversación, pero para mí no lo fue. Era nuestra forma de ser, la de Brooke y la mía, y había sido así como nuestra amistad se había mantenido intacta tras tantos años. Éramos sinceras y directas.
—Lo sé,— respondí mirando hacia adelante— pero simplemente no quiero.—le dije con una pequeña sonrisa.
Habíamos tenido que recorrer los veinte minutos que separaban nuestras casas de la universidad sólo para recoger nuestros horarios, ya que era sábado y recién empezábamos el lunes.
Brooke se rió ante mi sincera respuesta. —De acuerdo, como quieras— Apoyó su brazo izquierdo sobre mi hombro y caminamos juntas hacia el auto.
•••
Después de despedirme de Brooke y dejarla en su casa, llegué a la mía. Vivíamos a un par de cuadras, así que nunca suponía problema cuando me pedía que la busque o lleve a lugares a los que íbamos juntas, porque ella no tenía auto. El mío lo cuidaba como si fuese un hijo, me encantaba no tener que depender de otra persona para ir a lugares. No me había gustado la manera en la que mis padres me lo habían regalado, en un miserable intento en hacerme sentir mejor y tratar de llenar el vacío que sentía todos los días. Pero no los podía culpar, me querían hacer sentir mejor después de todo lo que había ocurrido.
Me apresuré en entrar a mi casa porque había empezado a llover a cántaros. Entré a mi casa con la intención de ir directo a mi cuarto para darme una ducha, pero mi madre me interceptó en mitad del camino.
—Kattie, ¿cómo les fue?— me dijo mi madre apareciendo detrás de mi. Tenía puesto un delantal, por lo que supuse que había estado cocinando para el almuerzo.
—Sólo fuimos a buscar los horarios.— dije con notable irritación en mi voz. Sabía que ella estaba tratando de ser amable, pero yo quería meterme cuanto antes bajo el agua caliente.
Mamá se me acercó y me dio un beso en la frente para luego ir devuelta a la cocina. La observé alejarse, como su pelo corto, inflado y marrón rebotaba con sus pasos. Ella sabía que era mejor dejarme sola cuando estaba de ese modo, cosa que se lo agradecí profundamente.
Después de una larga y tranquila ducha, me metí en la cama desecha de esta mañana y decidí volver a dormir hasta que el almuerzo estuviese listo. Podría haber bajado a ayudar a mi madre, pero sabía que ella me lo negaría, no le gustaba cuando nos metíamos en la cocina a ayudarla, prefería hacerlo sola, supongo que era su modo de relajarse. Paré de pensar en ello y me enfoqué en qué iba a hacer mañana como último día de libertad, hasta que en algún momento me sumergí en un profundo y placentero sueño.
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Profundo
Roman d'amourTan solo hace falta un momento, un minuto, un segundo. En ese instante tu vida puede cambiar. Todo lo que crees que conoces de pronto cambia y tu vida da un giro de 180 grados. En un intento de escapar de los demonios que me perseguían durante las...