Kat
—No, no, no. —esto no era nada bueno. — Mierda.
Desenredé las sabanas de mi cuerpo sudoroso y me levanté de la cama. Se me bajó la presión por lo rápido que me había levantado y me mareé, o capas eso era consecuencia de la resaca que se estaba formando en mi organismo. Caminé en puntillas de pie y arrimé la puerta silenciosamente. Saqué mi cabeza de la habitación para fijarme si había alguien en el pasillo. Estaba vació.
Salí de mi cuarto en dirección al baño, que por cierto estaba helado. Cerré la ventana que había quedado abierta durante toda la noche y traté de entrar en calor con el agua caliente de la canilla. Mañana definitivamente no dormiría en shorts.
Me miré al espejo. Rastros de ayer por la noche se esparcían por toda mi cara, empezando por mis ojos que tenían el rímel corrido. Mis mejillas estaban demasiado rosadas para que eso fuera normal y mi pelo estaba más desordenado que de costumbre. Y, ¿qué era eso que tenía en el cuello? Corrí mi pelo para poder observar mejor.
Santa madre.
— ¡No, no, no! —me grité a mi misma en el espejo. Me tapé rápido la boca para evitar despertar a alguien. —Estúpida, estúpida, estúpida—susurré contra mis manos.
Me eché agua en la cara, tratando de borrar todo lo que había ocurrido ayer por la noche, pero no, una vez limpia, los recuerdos seguían estando ahí.
¿Qué demonios había hecho?
•••
— Vasos de plástico, cerveza, vodka, fernet...¿nos falta algo más? —me preguntó Neil detrás del carro del supermercado.
— ¿Hielo?
—Bien pensado— se giró y lo perdí de vista cuando dobló al final del pasillo.
Empujé el carro hacia la fila de caja rápida y lo esperé a Neil. Por la mañana habíamos caminado por el pueblo local, pero había sido más pequeño de lo que nos imaginábamos, por lo que nos quedamos sin nada que hacer después de solo una hora.
El teléfono que tenía en mi bolsillo vibró, indicando que me había llegado un mensaje. Era Will, pidiéndome que le comprara cigarrillos porque se había quedado sin. Por un momento la posibilidad de hacer como que no había visto el mensaje y no comprarlos resultó tentadora, pero por el bien de nuestra nueva amistad decidí ahorrarme cualquier posible discusión y comprárselos. Por suerte había cerca de la caja por lo que no tuve que salir de la fila para buscarlos.
Neil apoyó dos grandes bolsas de hielo arriba del carro. Una enorme sonrisa se le dibujó en su rostro. — Listos para la fiesta, hermana.
—Oh si—dije sarcásticamente.
—Tu entusiasmo me inspira, Rin.
Lancé una seca carcajada.
—Si sigues llamándome así no tendré más opción que subir a los medios la foto que te saqué dormido. —sabía que esa foto me vendría bien.
Rin era por la última parte de mi nombre, Katherine. Le había contado que así me llamaba mi estúpida archienemiga del colegio, cuando solían importarme esas cosas. Y, por supuesto, ahora ChorroDeSaliva me llamaba también así.
—No te atreverías—entrecerró los ojos y me desafió con su dedo índice. Yo levanté los hombros, y puse cara de póquer.
— Siguiente— la amargada y cansada voz de la cajera nos apuró para cobrarnos. Tenía varios kilos extra en las caderas y en la cara. El pelo lo llevaba en una cola y se notaba que estaba teñida de rubia platinado porque sus raíces eran casi del mismo color que el mío. Tenía un piercing en la ceja y comía chicle tan desagradablemente que cuando nos subimos al auto el ruido de su boca masticándolo seguía presente en mi cabeza.
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Profundo
RomanceTan solo hace falta un momento, un minuto, un segundo. En ese instante tu vida puede cambiar. Todo lo que crees que conoces de pronto cambia y tu vida da un giro de 180 grados. En un intento de escapar de los demonios que me perseguían durante las...