Parte 24

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Will

— ¿Que quieres?—le pregunté hostil.

Cuando me acerqué a la barra dos tipos me agarraron de los brazos arrastrándome hacia afuera, lejos de la multitud. Sentado sobre una silla maltrecha en medio del pequeño jardín, estaba Ronnie esperándome. Los tipos que me llevaron hasta él se habían ido dejándonos a solas. Todo mi cuerpo me gritaba volver con Kat para sacarla de este endemoniado lugar.

El flacucho con pelo rubio me miró mientras que tomaba un sorbo del contenido de su vaso.

— Solo quería dejarte en claro porque viniste devuelta después de tanto tiempo. —me sonrió hipócritamente.

Resoplé.

— ¿Quizás porque no tenía opción?

Ronnie agitó la mano.

— Nadie te obligó a venir, lo hiciste por tu cuenta.

— Sí, claro— dije irónico. — ¿Que hago aquí, entonces?— ya no me importaba discutir, quería dar por terminada la conversación para volver adentro con Kat. Además Ronnie no era el que me preocupaba. 

— ¿Sabes lo que le pasó a Julian?—me preguntó con esa voz aguda que tanto odiaba. Pronunció su nombre más bajo que el resto de la pregunta, como si decirlo estuviera prohibido.

Traté de tranquilizarme. 

— Claro, los buenos rumores viajan rápido.

Ronnie me miró sorprendido y se levantó de la silla como lo hace un viejo de setenta años con problemas de espalda. Caminó hasta mí y a tan solo centímetros de distancia, me amenazó con la mirada.

— Te recomiendo que cuides tus palabras. —su aliento podrido a alcohol me incitaba a dar un paso hacia atrás—Especialmente si estas en su casa.

Se retiró y se rascó la frente con sus uñas pintadas de negro. Me miró fijamente por un par de segundos y luego habló.

—Kade quiere saber qué es lo que sabes de Julian. —repitió divertido. ¿Qué coño le causaba tanta gracia?

—La última vez que lo vi a Julian fue la misma en la que los vi a todos ustedes, no tuve nada que ver con lo que le pasó.

Ronnie me miró fijo por unos segundos, segundos que parecieron años. Pero no planeaba ceder, así que le devolví la mirada tratando de aparentar aburrimiento. Ronnie luego inspiró fuerte.

—Espero que me estés diciendo la verdad. Sabes que a Kade no le gustan las mentiras. — me dijo mientras que se adentraba a la casa. Antes de que lo pudiera perder de vista, me miró de reojo girando su cabeza y dejando a luz su horrible perfil. — Ya son libres de irse.

Abrí el puño que había estado apretando fuerte durante toda la conversación y noté el dolor en las palmas de mis manos donde me había clavado las uñas. Mi mano temblaba ligeramente, como siempre hacia cuando mentía. Pero era algo tan leve que solo yo podía notar.

La tenía que sacar a Kat de este puñetero lugar. Ahora.

Al volver al interior de la casa, la atmósfera estaba liviana y ligera, como siempre lo era. Eran tantos los recuerdos que me traía este lugar que resultaba, para mi sorpresa, abrumador. Todas las veces que me había drogado con ellos y que había tomado hasta alcanzar la inconsciencia vinieron volando a mi mente. 

Habían sido mis peores días, el pasado que no me gustaba recordar, donde todo me chupaba un huevo. Donde me follaba a tantas tías sin ni siquiera molestarme en saber sus nombres y cuando me cansaba de ellas las tiraba por ahí como se lo hace con la basura.

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