Kat
La clave de la supervivencia esta en negar. Negar el cansancio, negar que tenemos miedo, negar el dolor y lo mas importante, negar que negamos. Vemos lo que queremos ver y creemos lo que creemos creer, y funciona. Nos mentimos a nosotros mismos tanto que nos empezamos a creer nuestras mentiras.
Todo este tiempo que me la había pasado mirando por la empañada ventanilla había estado negando el dolor que sentía tanto física- como mentalmente. De esa manera había podido sobrepasar las primeras horas: negando cualquier clase de cosa que haría que me largara a llorar en ese mismo momento enfrente de todos estos desconocidos.
La adrenalina al principio también había cumplido su función, había cubierto el dolor que sentía, haciéndome creer que estaba bien. De esa manera me había quedado dormida, sin dolor.
Cuando me desperté la historia era otra, ya que mi mente no podía negar mas la realidad y experimenté otro tipo de dolor que nunca antes había sentido. Luché por no vomitar sobre el asiento y con las pocas fuerzas que me quedaban me dirigí hacia la parte trasera del autobús donde había un diminuto y mal oliente baño. Apenas trabé la puerta detrás de mi, me abalancé sobre el inodoro y devolví todo lo poco que había comido en el día. Mi única preocupación era que no vomitara sangre, y luego de haber vaciado absolutamente todo mi estómago, comprobé que no había nada rojo. Por lo menos no estaba sufriendo una hemorragia interna.
Me apoyé sobre el inodoro e intenté de pararme, pero una punzada gigantesca de puro e intenso dolor se hizo lugar en el costado de mi torso y grité.
Instintivamente me tapé la boca para tapar el ruido, lo último que necesitaba en este momento era que algún pasajero escuchara y viniera a por ayuda.
El dolor era excruciante, sentía como si se me estuviera quemando mitad de la panza. Horrorizada por lo que estaba por encontrar, me fui levantando poco a poco el vestido casi que arrepintiéndome al instante de lo que estaba haciendo.
Al descubrirme la panza mis ojos se abrieron como platos y me mordí el labio por la angustia y el horror. Todo mi costado variaba en tres colores; morado, verde y amarillo. Tenía una pinta asquerosa y horrible, una pinta de que necesitaba ir cuanto antes a un hospital.
El dolor se intensificó mas todavía al ver que el golpe era mucho peor de lo que me había imaginado en mi mente. Era como cuando te lastimas y no sientes de verdad el dolor hasta que ves la herida, luego de eso no hay nada que lo pueda frenar. Había estado intentando de negar el dolor durante todo el camino justamente por eso.
Por el tamaño de las manchas oscuras que se estaban formando creía que me había quebrado mas de una costilla, probablemente durante el impacto del auto contra el árbol. La adrenalina del momento había cubierto el dolor y solo cuando me desperté de la pequeña siesta que me había echado había comenzado a sentir el dolor de verdad.
Intenté pararme y cuando lo hice, mi reflejo en el espejo me asustó. Estaba tan demacrada que no podía creer como era que me habían dejado subir al autobús. En algún momento había comenzado a llorar, por lo que todo el maquillaje que me había puesto con tanto esfuerzo para la boda de Monica estaba esparcido por todas mis mejillas.
Además de eso mi rostro estaba peligrosamente pálido, dándome un aspecto fantasmagórico. La herida de mi cabeza no tenía ningún buen aspecto y manchas de sangre seca se hacían ver por toda mi mejilla derecha, que se había mezclado con el agua de mis lagrimas y el maquillaje de mis ojos. Donde antes habían estado los perfectos bucles que me había hecho Lexie ahora había un nido desprolijo, y mi encantador vestido negro estaba totalmente sucio y desgarrado en un costado.
De pronto no me sorprendió nada las miradas que había recibido de los pocos pasajeros al subirme al autobús y comprendí también la resistencia que opuso el conductor en dejarme subir, aun que tuviera plata de mas para pagar el viaje. Si no hubiese sido por la bendita anciana que se había tomado piedad de mi y le había insistido que me dejara subir, en este momento seguiría corriendo por la carretera.

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Profundo
عاطفيةTan solo hace falta un momento, un minuto, un segundo. En ese instante tu vida puede cambiar. Todo lo que crees que conoces de pronto cambia y tu vida da un giro de 180 grados. En un intento de escapar de los demonios que me perseguían durante las...