Parte 10

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Kat

—Kat, Kat despierta, tienes que mantenerte despierta.—me despertó una voz masculina. —¡Kat, abre los ojos, carajo!

Traté de hacerle caso a la voz, pero no podía abrirlos. Me era físicamente imposible.

—Kat, ¿estás despierta?—me preguntó y luego sentí una mano sobre mi hombro.—Háblame.

Poco a poco fui siendo consciente de mi cuerpo, y me di cuenta de que estaba sentada sobre un frió cuero, lo que supuse que sería un auto, ya que además se escuchaba el leve ruido del motor. Mi cabeza estaba apoyada contra la puerta, y la fui enderezando lentamente. Mierda como me dolía. Abrí mi ojo derecho, que era el único que sentía, y observe mi alrededor.

Estaba adentro de un vehículo, como suponía, pero en vez de un auto era una camioneta enorme. Giré mi cabeza con cuidado hacia el asiento conductor, para verlo a Will alternado su mirada de mí y la carretera.

— ¿Cómo te encuentras?—me dijo fríamente. Parecía molesto por algo, por la forma en la que apretaba su mandíbula, remarcando sus bruscas facciones.

¿Cómo me encontraba? No entendía nada. ¿Qué había pasado? Y, ¿porque estaba en lo que parecía ser el auto de Will? De lo único de lo que estaba segura era de que me faltaba un ojo y del profundo pinchazo que sentía en la parte de atrás de mi cabeza. Me llevé la mano a la nuca, y un insoportable pinchazo de dolor se arremetió contra mí.

—A-auchh. —dije torpemente, devolviendo mi mano en donde estaba y moviendo el espejo retrovisor del auto para poder verme la cara.

Me quedé en shock, totalmente congelada en la posición en la que estaba. Mi cara estaba hecha un asco. Mi ojo izquierdo estaba completamente hinchado, y un color morado verdoso se estaba formando alrededor de este. La mancha de colores era tan grande, que parecía como si un gigante me hubiese dado un manotazo en la cara. Bajé la vista a mi cuello, y vi una fina línea roja atravesándolo. Y con ese pensamiento en mente, me acordé de todo. Me toqué suavemente alrededor de mi ojo, y retire rápidamente mi mano por el dolor.

—Quédate quieta, ya estamos por llegar. —Will me sacó de mi estupefacción, y me giré para mirarlo.

—¿A-adonde?—le pregunté casi en un susurro. No estaba muy segura de si me había escuchado, ya que tardó más de lo normal en contestarme.

—Al Presbyterian—me dijo secamente.

No. No podía ir a un hospital. Llamarían a mis padres y se enterarían que estuve devuelta en este hospital. ¿Y si me obligaban a quedarme otra vez? Era irracional ese pensamiento, ya que yo no había hecho nada malo, pero el miedo que se formo dentro de mí fue más fuerte que la razón.

Estaba por decirle a Will que no podía entrar al hospital, que dé la vuelta, cuando se apagó el motor del auto. O mejor dicho, el lo apagó, ya que después salió rápidamente. Miré por la ventana hacia afuera. Ya habíamos llegado.

La puerta se abrió precipitadamente y Will ocupó toda mi vista. Sus rizos estaban totalmente despeinados y sus ojos negros estaban más grandes que nunca, mirándome con preocupación. ¿Preocupación? No, imposible, Will era un imbécil que nunca se preocuparía por nadie del sexo femenino. Culpé a mi posible contusión por mi imaginación.

—N-no, no hospital—traté de decirle nerviosa. Will me ignoró o capas ni me escuchó, ya que metió sus brazos dentro de la camioneta con toda la intención de cargarme hasta la entrada.

Yo agité mis brazos desesperadamente, no iba a permitir que me cargase por todo el hospital, yo podía hacerlo sola. Saqué mis piernas y las apoyé en la calle, para luego pararme costosamente. Los rubios rizos de Will comenzaron a dar vueltas en mi cabeza, y me tambaleé hacia el piso. Por suerte los reflejos de Will estaban intactos, al contrario de los míos, y me sujetó justo antes de caer al piso.

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