Parte 22

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Kat

Me encogí en el asiento del auto sin tener idea de lo que estaba pasando. Aun así sabía que no era nada bueno.

Lo vi a Will mirar el final de la calle por donde se había ido la camioneta. Se pasó una mano por el pelo y masculló algo que no llegué a comprender. Dio la vuelta por detrás del auto y cuando entró le dio un portazo a la puerta tan fuerte que me hizo dar un brinco del susto.

— ¿Quiénes eran?

Puso en marcha el auto y el impulso veloz con el que arrancó hizo que mi espalda se chocara contra el respaldo.

— Nadie— me dijo tajante.

—¿Quiénes eran? —le insistí.

Will suspiró enojado y clavó el acelerador.

— ¡Joder Kat, nadie!—pude ver cuando gesticulaba como las manos de Will temblaban levemente y eso me alteró aún más. 

— ¿Piensas que me voy a creer eso?—las copas que me había tomado de más y la adrenalina del momento me hicieron levantar la voz más de lo que quería, pero sin ningún problema alguno él me contestó más fuerte todavía.

—¡Nadie que te importe!

Cada vez íbamos más rápido. Era una calle demasiado angosta y con muchos autos como para ir a esta velocidad.

— Will...— le advertí cuando tuve que agarrarme de la ventana por lo rápido que iba.

Lo miré y parecía desquiciado, sostenía el volante con tanta fuerza que los nudillos los tenía completamente blancos.

No me escuchó, o mejor dicho decidió ignorarme. Nos estábamos dirigiendo directamente a la pared en donde terminaba la calle, si quería doblar tenía que bajar la velocidad.

— ¡William!— le grité cuando solo nos separaban unos diez metros de la pared. Íbamos a chocar.

Estaba de piedra, con las dos manos estriadas sobre el volante y su mirada fija hacia adelante. Justo cuando pensé que íbamos a estrellarnos contra la pared, Will frenó tan brusco que si no fuera por el cinturón de seguridad que me había puesto segundos antes me hubiera golpeado la cabeza contra la ventana.

Un silencio endurecedor nos cubrió a Will y a mí en el interior del auto y se me cerró la garganta. Salí del auto lo más rápido que pude y me apoyé contra un árbol. Escuché los pasos de Will detrás de mí y lo frené con la mano para que se quedara ahí. Me concentré en que me parara de dar vueltas el pasto y cuando estuve recuperada me di vuelta para enfrentarlo.

— ¿Estás bien?— me preguntó con una gélida mirada.

—Quiero irme a la universidad. —le dije levantando el mentón, totalmente mareada pero intentando de ocultarlo lo mejor posible.—¿Vas a manejar como alguien decente o me voy a tener que pedir un taxi?

Me miró por unos segundos y al final terminó cediendo.

—Sube.

Le hice caso y esta vez los dos nos quedamos callados y me la pasé mirando por la ventana el resto del viaje en silencio. Después de un par de minutos, el gran espacio verde rodeado de arbustos redondos hizo que reconociera el campus de la universidad, pero Will no dio ningún indicio de frenar.

— ¿Qué haces? Te pasaste.

Will me miró de reojo.

—Te quedas a dormir en mi residencia.

— ¿Quién eres para mandarme? —le dije incrédula. —Frena.

No me hizo caso.

— ¿Quieres saber quiénes eran?—me dijo enojado. —Esos tíos son gente peligrosa, Kat. Y no estoy hablando de que les gusta emborracharse y drogarse. Me refiero al tipo peligroso que si te pones en su camino no vives para contarlo.

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