Capítulo especial
Matt
Tomé un sorbo de la bebida que hace ya tiempo se había convertido en mi favorita: café. El amargo sabor me quemó la garganta e intenté de pensar cuantos había tomado de lo que iba el día. ¿Este era mi tercero o mi cuarto?
Sabía que me esperaba una larga noche por delante, especialmente porque hoy me tocaba hacer guardia. Justo por eso mismo sabía que Ellen me preguntaría cuanto café había tomado y no me gustaba mentirle a mi esposa, aunque fuera para que no se enojara con migo. Tenía que parar de tomar tanto café pero me era imposible, mi organismo se había acostumbrado al efecto impulsor y de alarma que provocaba ese liquido negro.
Y siendo medico, beber café era como beber agua.
Miré la planilla que tenía enfrente de mi y pasé las hojas para ver que era lo que la noche me aguardaba. Si seguía todo así y no entraba nadie de urgencias, la noche sería bastante tranquila. Tenía que controlar el catéter de la señora Aguirre en la cama diez y la bolsa de drenaje de orina de la señora Simmons de la ocho. Quizás podría echarme a dormir un rato si ninguna presentaba inconvenientes.
—¿Viste el partido de fútbol ayer, Matt?
Richard se rascó la barba mientras me preguntaba eso y observé de cerca a mi nuevo compañero de trabajo.
Para ser médico, era bastante prolijo. Los médicos muchas veces tienen fama de ser limpios, quizás es el guardapolvo blanco impoluto el que nos hace ver a los ojos de los demás como seres sin una pizca de suciedad y de sudor, pero esas personas no saben en realidad que muchas veces es todo lo contrario. Tenemos tan poco tiempo libre que ducharse como una persona relativamente normal lo haría es un lujo que muchos no se pueden dar. O quizás que no quieren darse ya que en esos escasos tiempos libres lo aprovechan para dormir.
Por eso al entrar en este hospital y conocerlo a Richard, me había querido acercar a él e intentar de entablar una relación un poco mas allá de lo puro profesional porque todos los demás médicos de la planta eran demasiado sucios para mi gusto.
—Las chicas ocuparon la televisión de nuevo—le expliqué haciendo una mueca de disgusto.
Richard rió y negó con la cabeza mientras que anotaba algo en su planilla.
—No se como lo haces, yo con una madre ya tengo suficiente
—Tener tres hijas mujeres no es nada fácil.
En realidad eso era mentira. Es decir si, no era nada fácil, pero no me molestaba. Amaba con todo mi corazón a mis tres preciosas niñas y a mi mujer. Me traían vida y hacían que cada día trabajado en el hospital y cada noche pasada en la guardia valieran la pena. Me hacían feliz y no me molestaba en absoluto tener que cederles la televisión para que ellas vieran sus programas infantiles. Pero no lo conocía mucho todavía a Richard y no me quería poner sentimental.
—Me lo puedo imaginar—contestó él mientras que tomaba un vaso del puesto de enfermería y se servía agua.—Los partidos de fútbol son algo que nunca cambiaría. ¿Por que no se turnan?
Por eso estas solo, pensé para mis adentros.
Richard podía ser buena compañía para pasar una guardia o hasta incluso tomar un café, pero era bastante amargado y sabía que eso era porque no tenía una familia propia.
—No me molesta tanto. Dejar a todas sus amigas en Nueva York no ha sido fácil para ninguna de ellas, así que cederles la televisión no me parece nada grave.
Al decir eso mi mente voló a todos los llantos de mis hijas que tanto Ellen como yo habíamos intentado de consolar al decirles que nos íbamos a mudar a Miami. Había considerado rechazar la oferta de trabajo para no tener que cambiar la vida de toda mi familia, pero la paga era muchísimo mejor que en Nueva York.
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Profundo
RomanceTan solo hace falta un momento, un minuto, un segundo. En ese instante tu vida puede cambiar. Todo lo que crees que conoces de pronto cambia y tu vida da un giro de 180 grados. En un intento de escapar de los demonios que me perseguían durante las...