Kat
—Estoy bien.— le respondí tratando de fingir mi mejor sonrisa.
Y lo estaba. No me iba a permitir estar mal por un chico, y menos aún por ese imbécil, estúpido, puñetero, arrogante, manipulador y engreído de persona. Estaba bien, e iba a pretender como si no hubiera pasado nada. Con Brooke, con William y hasta con migo misma.
Brooke había llegado al auto justo para el momento en el que yo ya me había tranquilizado, por lo que no sospechó de nada. Traté de evitar su mirada, porque supe que si me miraba a los ojos, sabría que en realidad, bien en el fondo, estaba hecha una furia. Una sensación de odio y hostilidad se apoderó de mí al recordar lo que había pasado hace tan solo quince minutos. No podía creer que, para él, había caído en su estúpida lista de conquistas. No, créeme William, yo nunca estaré en esa lista. Y si alguna vez más en su vida decidía romper nuestro trato y volver a hablarme, se lo dejaría bien en claro.
—Kat ¿me escuchaste?— mierda, ¿qué me había dicho? Lo más probable es que me haya preguntado de vuelta si estaba bien, ya que sería como la tercera vez. Todo el trayecto estuve callada, asintiendo cada vez que era necesario para que B pensase que estaba prestando atención a lo que me decía.
—Sí, estoy bien.
De reojo pude ver cómo me seguía mirando y abrió su boca para decirme irritada:
—Te acabo de preguntar a qué hora te ibas a ir de la casa de tus padres.
—Oh, creo que a eso de las siete de la noche. ¿Está bien?
— Sí.— estaba enfadada, cualquiera lo pudo haber notado.
Después del poco tiempo que faltaba hasta llegar a nuestro vecindario, frené enfrente de su casa. Brooke salió del auto sin decir nada, pero antes de cerrar la puerta, se agachó para que la pudiese ver.
—No sé qué es lo que te pasa, pero cuando lo quieras hablar, te escucharé.— dicho eso entró en su casa, dejándome a solas en el auto en un silencio que ansiaba por rellenar. Prendí la radio, aunque solo faltase un par de cuadras para llegar a casa, y seguí manejando.
•••
—¡Kattie!—me dijo el pequeño mocoso mientras se levantaba de los escalones de la entrada de casa. Me había estado esperando en la puerta, y apenas vio mi auto salió disparado a recibirme.
—¡Mocoso!—le respondí. Corrió hacia mí y lo levanté en el aire al mismo tiempo que lo abrazaba. Lo escuché reírse a mis espaldas, cómo cada vez que le decía así. El apodo había salido de una vez cuando estábamos cenando y lo hice reírse tan fuerte que un moco salió disparado de su nariz. Asqueroso, sí, pero el apodo surgió.
—¿Cómo estás Lukie? — le pregunté al bajarlo. Tenía el pelo todo despeinado, y sus ojos celestes estaban más grandes de lo usual, o eso me parecía a mí.
—¡Adivina que!—me dijo mientras que lo peinaba con la mano.
Saqué mi cartera del asiento del acompañante y caminé junto a mi hermano hacia la casa.
—¿Qué?
—¡¡Me compraron otro juego para la Play!!
—Veo que mamá y papá te han estado malcriando durante mi ausencia.— lo interrumpí alzando mis cejas.
—Es sobre zombies, —continuó sin darle importancia a mi comentario— y todavía no lo he jugado porque te quería esperar.— cada vez que le compraban nuevos juegos, el nunca los estrenaba sin mí. No me gustaba mucho jugar con esa consola, pero lo hacía por él.

ESTÁS LEYENDO
Profundo
RomansaTan solo hace falta un momento, un minuto, un segundo. En ese instante tu vida puede cambiar. Todo lo que crees que conoces de pronto cambia y tu vida da un giro de 180 grados. En un intento de escapar de los demonios que me perseguían durante las...