Parte 40

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Kat

El mar es mi lugar favorito en el mundo. Me gusta pararme en el lugar donde mis pies sienten como la arena debajo de mí se ablanda con el pasar de las olas y como se van hundiendo. Mirarlas a lo lejos , como rompen en el agua y la espuma que se forma después es algo que podría quedarme horas observando.

El mar y la playa era algo especial en mi familia. Todos los veranos íbamos a la costa, a los cinco nos encantaba e incluso durante el invierno alguna que otra vez nos habíamos escapado a la playa aunque nos muriéramos de frió. Pero el solo hecho de oler el agua salada y sentir la arena bajo los dedos de los pies era algo que a todos nos encantaba y en parte que nos unía como familia.

Bajé la vista hacia mis pies y me di cuenta que la arena ya me cubría los talones. Estaba absorta en las olas, no me había dado cuenta que ya se había hecho tarde y que a mí alrededor estaba casi desierto a excepción de un grupo de personas que estaban a varios metros de distancia.

Suspiré, cansada de verdad, exhausta incluso de mis pensamientos que amenazaban con desbordarme cada vez que tomaba aire, y me adentré al mar.

Era la primera vez que pisaba la arena y sentía el olor a agua salada desde que mi familia se había partido en dos y para mi sorpresa aun se sentía como antes. Nunca me había animado a volver porque pensaba que el agua y yo ya eramos enemigos de por vida. Pensé que si estaba tan cerca del mar me agarraría otro ataque de pánico, pero esta vez uno del cual no viviría para contarlo.

Pero ese no era el caso. El mar me seguía pareciendo enigmático, me seguía dando esa mezcla de vértigo por no ver el final y al mismo tiempo intriga de querer meterme y conocer hasta el metro mas profundo de él. Sentía como el agua me tiraba hacia ella, como me pedía que me metiera y que me dejara llevar. Ya no sentía el dolor, de pronto cualquier parte de mi cuerpo que hubiera estado sufriendo se había callado y en vez de eso solo sentía absoluta y tenebrosa calma.

Sin darme cuenta y como si fuera una marioneta cuyas sogas estaban dirigéndome hacia lo mas oscuro de la noche, me di cuenta que ya estaba a varios metros de la arena y el agua me llegaba hasta el cuello. Mis pies comenzaron, estaba tan metida que no llegaba a sentir el suelo.

Solo escuchaba el sonido de las olas, solo veía ese horizonte negro que parecía infinito y solo sentía una leve oleada de placer al sentirme ligera como una hoja. ¿Estaba fría el agua? Ya no sentía nada.

Lo único que sabía era que yo me seguía adentrando al mar, tanto que ya estaba segura que entre el suelo y yo habían dos o quizás hasta tres metros de distancia.

Me puse boca arriba y comencé a hacer la plancha como tantas veces había hecho de chica con Ali. La noche estaba despejada y las estrellas se dejaban ver sin ningún reparo y sin ninguna clase de timidez.

Era la noche perfecta. ¿Para que?

Una vez había leído en algún lado que grandes masas de agua fomentan la felicidad y el bienestar. En este momento, no me cabía duda de eso. Me sentía liberada..no sabia porque, ya que tenía cualquier motivo para no estarlo. Quizás porque sabía que era lo que vendría luego.

Recuerdo que una vez mi padre había llegado a casa y nos había contado de una mujer que había entrado a su guardia, y que creían que tenía cáncer de pulmón. Lo creían ya que le habían hecho todos los estudios que indicaban eso. Habían comenzado el tratamiento y luego de una semana cuando la revisaron de vuelta el tumor había desaparecido.

Cuando le pregunté como era posible eso, como era posible ya que los tumores no se van de una semana a la otra, me respondió que en la ciencia, a veces,  existen desapariciones. De repente, los males pueden apagarse lentamente y los tumores desaparecer. No tiene explicación, es raro, pero ocurre. No tiene explicación científica por lo tanto los médicos lo llaman diagnostico falso. Dicen que nunca lo vieron en primer lugar. La vida esta llena de actos que desaparecen.

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