IV

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—¿De dónde provienes? —preguntó Travis quitándose las gordas gotas de sudor producto de su arduo trabajo

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—¿De dónde provienes? —preguntó Travis quitándose las gordas gotas de sudor producto de su arduo trabajo.

Leena frunció las cejas mientras se sacaba el delantal algo sucio de sangre y grasa animal. Dudó en contestar su pregunta.
—Soy nativa de Grecia.

El chico no tardó en emocionarse ante su comentario.
—¡Whoa! ¡Genial! ¡¿Cómo era tu vida por allá?!

Leena no ansiaba aquella exasperada reacción.
—Eh... Normal. Creo...

El desagrado en el rostro de la chica era evidente. Travis se había salido de sus límites.
—Lo siento. Suelo ser algo adelantado e impulsivo. Es una mala costumbre.

Por una parte, Leena se sintió identificada. Si tan solo no fuera su lado bestial del cual se trataba.

Travis agarró sus pertenencias, una chaqueta de cuero añejo y una mochila negra con detalles en naranja y se los puso al hombro. La nieve había cesado y la temperatura había ascendido unos cuantos grados. No consideró necesario usar la chaqueta pesada.

Virginia le había permitido irse temprano debido a sus estudios. Siempre debía dejar la carnicería para recurrir a preparar la clase para el día siguiente. Se retiraba a las 4:10 p.m. siempre puntual.

—Debo irme. Tengo que preparar algunas cosas pendientes —la observó detenidamente. Una expresión de tristeza se reflejaba en sus ocres ojos —. ¿Qué hay de tí? ¿Te quedarás aquí o irás a casa?

Se preocupó por ella. Leena no pudo evitar sonrojarse. Sentía una curiosa atracción hacia aquel humano testarudo.
—¿Yo...este...? ¿La jefa no se molestará si dejo el local?

—No te presiones tanto. Apenas es tu primer día. Y claro que has aprendido bastante rápido —alargó la palabra "rápido" con clara vocalización —. La jefa no suele ser una bruja siempre...

Fue casi de inmediato. El chirrido de la puerta. Las sonoras pisadas entacadas por detrás del joven. La pequeña y robusta figura de la jefa y el estridente alarido que pegó Travis al sentir las largas uñas del dedo índice y pulgar encarnándose en el lóbulo de su oreja.
—¡¿A quién le llamas bruja, insecto?! —farfulló Virginia mientras no permitía que se soltara de su mortal agarre.

El chico imploró por su perdón y la jefa lo soltó. Un hilillo de sangre corrió por su diminuta herida en medio de sus lloriqueos y quejidos de dolor.
—Necesitaré otra vendita...

—¡Qué vendita ni qué nada! ¡Eso te pasa por hablar mal de mí a mis espaldas! —recalcó mientras enrollaba el grueso periódico y lo colocaba en frente de su rostro al igual que cuando castigaban a un perro—. Si vuelve a pasar, ¡No verás la luz del día! —se dió la vuelta y salió por la puerta a continuar leyendo la sección de chismes que amaba.

—Igual. Aquí el sol puede tardar hasta meses en salir... —mofó robándole una sonrisa a la peli-negra.

La mirada de fiera de Virginia volvió a aparecer en el umbral de la puerta. —No me provoques, niñato.

Teratos: Luna Roja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora