Travis no podía conciliar el sueño. Se sentía desorientado y confundido. Las lágrimas le rodaban por los ojos y aferraba con fuerza el pequeño frasco anaranjado de pastillas mientras que encima del piano se hallaba un vaso medio vacío.
Medio vacío... La percepción que él tenía de la vida misma...
No había recibido noticias de su padre aquella mañana y nuevamente había experimentado una profunda laguna de pensamientos que lo habían atormentado el día entero. Sus piernas temblaban sin control mientras con sus manos intentaba arrancarse mechones de su castaño cabello dando largos suspiros para poder controlarse. Snow yacía echado a su lado, gimoteando con el hocico entre las patas y las orejas erguidas contrarrestando con los sollozos de su dueño. El animal comprendía su dolor y al mismo tiempo, le temía por la crisis que pasaba, sin embargo, la lealtad de un perro podía llegar a niveles exuberantes.
Sus dedos flácidos recorrieron la tersa superficie de las teclas blanquinegras del piano frente a él mientras evitaba mirarlas cubriéndose el rostro en la cara anterior de su codo y acallando las lágrimas. Se sintió vacío y a la vez, muy lleno, como el vaso que reposaba encima de la madera negra y pulida del viejo instrumento.
Ese piano, regalo de sus abuelos, le acompañó en sus momentos más difíciles con su delicado toque y cantar melancólico ante sus sorpresivos altibajos de emociones.Travis había olvidado que en la laguna habían aparecido esos dulces ojos azules otra vez. Aquellos que alguna vez se sentaron a su lado con una brillante sonrisa con la pequeña viola y su respectivo arco entre sus manos a acompañarlo en la soledad del piano con bellas notas e interpretaciones. Sarah, su pequeña hermana de apenas ocho años, que había perdido la lucha contra el cáncer, sonrió nuevamente en ese profundo y confuso episodio. Eso cada vez le inquietaba más, y a la vez ansiaba volver a ver con toda su alma.
Pero ya no entre sus recuerdos, si no en nuevos momentos. Lloraba porque eso ya no podría suceder, pues Sarah había dejado el mundo apenas unos meses luego de que él dejara Londres para cumplir su sueño en la lejana Reikiavik.Él le había prometido que la llevaría a conocer los preciosos entornos de la ciudad, rodeada de bellos paisajes y lugares y que acamparían bajo la estela de las estrellas a apreciar las brillantes luces del norte. Esas luces que cuentan historias, que guardan recuerdos y que parecen haber sido extraídas de lo más profundo de tus sueños. Un espectáculo que no todos logran apreciar, una aventura única.
—Era lo único que la pobre Sarah deseaba conocer... —sollozó Travis con la mano sobre la nariz y mirando al piano mientras de todo su cuerpo irradiaba una energía de culpa—. Era lo único que ella deseaba...
Postrada en una cama, ella se lo dijo en el peor de los estados: sin cabello, con los labios resecos y moráceos y los ojos idos. La vida se le resbalaba como arena entre los dedos mientras ella la sostenía con la más amplia de las sonrisas. Siempre tan positiva, abrazada a su pequeño animal de felpa, mientras el silencio del hospital la incomodaba...
La última vez que la vió, ella le pidió que tocara el piano una vieja melodía de su autoría que jamás le había puesto un nombre, la cual escribió una tarde luego del colegio luego de un pésimo día. Sarah le devolvió el brillo a su rostro emocionada al oír las delicadas notas musicales por el gran salón.
Ella la había llamado “La sonata del cielo” pues le parecía una tonada venida de allá mismo. A Travis no le pareció apropiado decir eso, pero para no contrarrestar la inocencia de la pequeña, decidió cambiarle a “Aurora Boreal”, nombre que fascinó a la niña.
Desde ese entonces, aquella era su tonada favorita. Incluso le hizo su propia versión en su viola e hicieron un bello dueto juntos frente a sus padres quienes aplaudieron animosos el talento de sus hijos.La partitura de aquella melodía estaba arrugada en el regazo de Travis con dos manchas de lágrimas en el centro. No se había atrevido a deshacerse de ella como muchas de las cosas que antes pertenecían a Sarah, era uno de los recuerdos más preciados.
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Teratos: Luna Roja (EDITANDO)
Kurt Adam★COMPLETA★ ¿Saben lo que es ser un verdadero licántropo? No es como lo narran... La vida de un hombre lobo esta llena de dolor, angustia e ira... La gente creía que era un asesino en serie, otros un animal salvaje como un lobo u oso enfurecido. L...