XLI

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El leve vaho se elevaba desde sus labios indicando la baja temperatura de la habitación

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El leve vaho se elevaba desde sus labios indicando la baja temperatura de la habitación. Sus brazos envolvían sus piernas cubiertas de rasguños y pequeños hilillos de sangre. Nuevamente había perdido el control de sus acciones y ya no deseaba verse en el espejo más. Había llorado tanto que sus ojos habían dejado de producir lágrimas y le escocían. La mirada cristalina de su llanto se había perdido en el mar de locura que su primitivo instinto le inducía a caer.
Los grilletes se sacudían con delicadeza ante el frío viento que ingresaba a la habitación esperando el momento justo para servir para lo que fueron colocados, impacientes por sentir la piel de la licántropo contra su fría superficie de metal.
Ella por su parte, trataba de huir de la laguna profunda que le causaban sus alucinaciones repentinas mientras observaba de reojo la carta escrita sobre la mesa dedicada a la persona que lograba arrncarle una sonrisa de sus labios. Su parte maligna se negaba a entregarle la carta, pues allí se hallaba toda la verdad plasmada en unas escasas palabras. Aunque sabía que ella moriría en medio de una extensa agonía aquel 15 de septiembre, no deseaba arrastrar ningún otra alma hasta el infierno que le esperaba con sus ardientes puertas abiertas.

Y mucho menos la de su querido Travis...

Arqueo la espalda cubriendo sus rodillas con su pecho y así pudo notarse la visibilidad de sus vértebras y apreciar como estas se habían acentuado contra su piel, dando un aspecto más jorobado a su postura. Faltaban unos días y ya podía sentir los dejos de aquella transformación lenta y dolorosa en cada una de sus células. Desconocía cuando su raciocinio humano la abandonaría pero estaba segura estar lista para cuando aquel fatídico momento llegue.

Podía oír el chillido de una lechuza desde las afueras del apartamento. Pájaro de mal agüero. Aquel ave aparecía siempre en momentos cruciales y desconocía el porqué. No le guardaba mucha importancia en un principio pero las cosas dentro de la mente de la joven ya se iban trastocando a medida que las agujas del reloj seguían su incesante camino.

El fuerte bombo que resultaba ser los latidos de su corazón la sacaba de quicio a medida que volvía a pasar sus largas uñas sobre la superficie de sus brazos para disuadir aquellos pensamientos magros con el dolor que se provocaba. El dulce sabor de la sangre se le hacía presente en su boca y deseaba sentir el rasgueo de la carne de los huesos de su víctima con sus gritos de dolor al unísono. Un espectáculo que solo los demonios podían disfrutar.

“Lo deseas, Leena... ”

—Que risa más estridente, fastidiosa.

“Mueres por dejar tus instintos libres”

No lo deseaba. Sólo quería desvanecerse como la bruma del mar. Esa voz era tan conocida y a la vez tan insoportable.

“Acepta lo que eres. Igual el tiempo es tu aliado”

El tiempo es enemigo del hombre.

“No eres un humano”

—Pero tampoco soy un monstruo.. 

Teratos: Luna Roja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora