VII

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Se oía el escándalo de las sirenas del séquito de patrullas que recorrían por las calles, seguidos por una ambulancia y un camión de Medicina Legal y Criminalística

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Se oía el escándalo de las sirenas del séquito de patrullas que recorrían por las calles, seguidos por una ambulancia y un camión de Medicina Legal y Criminalística.
La gente que se hallaba paseando por el parque central quedó pasmada. No tanto como el joven carnicero quién se quitó sus audífonos para escuchar con claridad la cacofonía.

Entre el murmullo preocupado de los pocos transeúntes de aquellas altas horas de la noche, Travis oyó a su perro Snow gemir. El samolledo de pulcro pelaje blanco y tupido escondía su cola de cepillo entre sus patas traseras y gruñía frenético a sus alrededores, como si le temiese a algo que rondaba cerca de allí.

Para tratar de calmarlo, acarició entre sus orejas redondeadas mientras le daba palabras cariñosas con una dulce mirada. Travis sabía que ese perro viejo era neurótico y miedoso pero jamás lo había visto comportarse así tan repentinamente.

Al cabo de unos minutos, el bullicio cesó y el perro se quedó más tranquilo al lado de su dueño que se dedicó a fumar un cigarrillo para calmar su estrés.

Había recibido una llamada de su madre por la media tarde con una grave noticia: La salud de su padre estaba empeorando.

Hace unos meses su padre habia sufrido un pre-infarto luego de la muerte de su abuela paterna. El dolor de la pérdida le arrebató las fuerzas y casi pierde la batalla ante el ataque cardiovascular. Por suerte, los médicos lograron estabilizarlo a tiempo en aquella ocasión.

Travis con todas sus fuerzas quería tomar el primer vuelo a Londres para estar con su padre, quien fue un gran modelo a seguir para él, a pesar de todas las diferencias que ambos poseían. Quería sostener sus manos destruidas y cansadas entre las suyas, fruto del arduo trabajo que él realizó para sacar a su familia adelante. Sin embargo, no podría realizarse pues los tan temerarios exámenes y pruebas se acercaban. No iba a perder el gran progreso que llevaba en la universidad. Aunque lo conversó con su madre al teléfono: apenas termine las pruebas, volaría a Londres para acompañar a su padre en, quizá, sus últimos momentos de vida.

El joven le dió una larga calada al cigarrillo y mantuvo el humo dentro de su boca por unos segundos, conteniendo todos los pensamientos que sobrevolaban su mente, incluyendo el de dejar el vicio, obtenido en su adolescencia a manera de protesta para su padre.

Snow volvió a lloriquear mientras trataba de esconderse bajo la banca del parque donde se hallaba sentado Travis, provocando que su dueño se ahogue con el humo del cigarrillo. Desesperado y con la garganta hecha trizas, el castaño tosió repetidamente mientras insultaba al can quien seguía exhalando lamentos de terror bajo la banca.

—¿A qué diablos le temes, perro cobarde? —preguntó golpeteando el costado del perro con la punta de su zapato.

La oscuridad de la noche era disipada por el fulgor de la luna llena en un cielo que carecía de estrellas mientras una presencia misteriosa vigilaba al joven y a su perro, firme desde un callejón próximo y abandonado.

Teratos: Luna Roja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora