Varúlfur

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¿Qué está haciendo el lobo?

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¿Qué está haciendo el lobo?

La gente de Reikiavik corría hacia las ventanas ante el escándalo que se producía en las calles. Nadie se atrevía a dejar sus hogares mientras la luz rojiza de la luna sangrienta simulaba un filtro para una escena de terror.
Desde su hogar, abrazando a su esposa, el forense Víktor Petrov contemplaba los copos de nieve que caían en el umbral de su ventana. Él se consideraba un agnóstico, pero en ese mismo momento, le suplicó a una fuerza divina que protegiera a sus compañeros de aquella bestia de colmillos afilados.

Sangre los bañaba en ese instante y con el palpitar en sus oídos recorrió las planicies desoladas que en múltiples ocasiones la habían observado aullarle a su gobernante luna.
Su olfato no mentía. El hedor humano estaba impregnado en la lejanía, diluido entre la frescura de la nieve y el azufre de unos géiseres cercanos.
El suelo blanco tenía un leve resplandor rojizo cuando el lobo regresó la mirada por sus pasos. Huellas de lobo estaban tras ella y lejos, en la quieta carretera que traspasaba la tundra, se podía ver un resplandor rojo-azul y la fogosidad de los faros de las patrullas acercándose a toda velocidad.

No era uno, ni dos, eran cinco autos en columna que venían entre la niebla espesa por la carretera patinando sobre la película de hielo que la recorría.

El hollín de los escapes hizo estornudar al gigantesco licántropo, el cuál se irguió en sus dos patas traseras y tomó su amenazadora pose humanoide, permitiendo que quienes lo cazaban tuvieran una mayor gama de lo que realmente se enfrentaban. Su perfil oscuro resaltaba entre la pulcritud de la nieve que lo rodeaba y sus ojos amarillos estaban inmersos en los dos ocupantes de la patrulla que encabezaba el desfile cazador. El uno con la mandíbula apretada y las cejas fruncidas y la otra de cabellos de fuego con el arma lista para disparar.

El lobo alzó las orejas en alerta y esperó unos cuantos segundos para que sus enemigos se acercaran. El sargento Dahl no daba crédito a lo que sus ojos veían y desde el asiento trasero, Marina Romanoff documentaba todo el evento con su cámara de video para demostrar que sus superiores no mentían acerca del licántropo.

La aguda visión de Leena le permitió percatarse de aquello y pegó un gruñido profundo antes de volver a aullar brevemente. Al concluir, dió media vuelta y huyó de las patrullas hacia donde el follaje era más espeso y el camino más difícil. Los policías estaban dispuestos a seguirlos y abandonaron la carretera tras la pista del lobo ante las órdenes del capitán Jónsonn de avanzar.

Veronika tenía ya el vidrio abajo y lista para detonar el arma mientras esperaba que la distancia entre su objetivo y la patrulla sea menor para poder acertar el tiro. Apretaba tanto los dientes que en un rebote de la patrulla se mordió la lengua y causó que la sangre baje por su mentón. Eso a ella ni le importó pues la distancia entre el objetivo y ella era la indicada y sacó parte del tronco fuera del auto para disparar. El cañón fue dirigido para el gran cuerpo negro del lobo pero su gruñido y ataque fue tan sorpresivo que no se lo esperaba.

Teratos: Luna Roja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora