★COMPLETA★
¿Saben lo que es ser un verdadero licántropo?
No es como lo narran...
La vida de un hombre lobo esta llena de dolor, angustia e ira...
La gente creía que era un asesino en serie, otros un animal salvaje como un lobo u oso enfurecido. L...
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El sol ya descendía hacia el oeste, el día había sido un poco más caluroso que los demás aunque la nieve no cedía ante los rayos del sol y seguía acumulada en montoncillos a los lados de la calzada y las aceras. El cielo estaba mayormente despejado, los cirros volaban libres por el cielo perdiéndose por la leve brisa que hacia agitar los cabellos de las muchachas que caminaban por las calles. Leena y Travis reían en su tramo hasta la estación, pues disfrutaban mucho de aquel tiempo a solas. El día transcurrió con rapidez, casi ni habían notado el esfuerzo de su trabajo. Ni siquiera Travis le importaba el otro corte que se había hecho en la mano afilando cuchillos. Como siempre, el castaño tan risueño y despreocupado.
Leena casi entró en crisis al oler de nuevo la sangre de Travis. Tenía suerte que la luna llena aún era lejana, pues pudo manejar esos impulsos animales con mayor facilidad. Su lobo interior no estaba tan desesperado por carne humana, estaba muy calmado podría decirse que casi dormido. Por eso, logró ayudar a Virginia a vendar nuevamente la mano del torpe Travis, la cuál ya presentaba tres cicatrices bien marcadas.
—¿Aún te duele? —preguntó abiertamente Leena refiriéndose a la herida.
—Ni la siento —dijo él riéndose—. Sabes que estas cosas ni les tomo importancia.
—A este ritmo acabarás perdiendo un dedo o incluso más —regañó ella mientras cambiaba de mano la funda de carne de cerdo que llevaba a su casa.
Ella había mencionado a sus jefes que hacía un acto de caridad con los perros callejeros de su vecindario y trabajaba junto con asociación de animales de la calle por lo que pidió un poco de apoyo aunque sea brindándole un paquete de carne por cada semana, para "supuestamente" alimentarlos con aquello. Obviamente, no era para los perros aquel alimento sino para calmar la bestial hambre de carme que solía azotarla por las noches. Le salía más factible que ir a cazar o buscar cadáveres. No se expondría a que la descubran a excepción de las noches de luna llena, cuando ya no tiene el control sobre sí misma.
Travis rió ante el comentario de la joven y luego permaneció callado con sus labios en una insípida línea recta. Leena se extrañó por aquello, no esperaba aquel drástico cambio en su personalidad.
Travis revisó su reloj de muñeca ignorando la expresión angustiada de la chica. Fue cuestión de minutos para que el castaño recobrara la habitual sonrisa. —¿Quisieras acompañarme a ver algo antes? Estamos adelantados en el tiempo, tenemos unos cuantos minutos de sobra.
Leena reaccionó con la frente fruncida. —¿A dónde?
—Solo sígueme...
Dicho esto la tomó por la mano y la arrastró unas cuantas calles abajo por el centro de la ciudad. Las casonas eran más llamativas, de pintura más brillante y de tonos más vivos. Sus pequeñas ventanas estaban decoradas con unas cuantas plantas o colgaba ropa de los barandales. Algunas tenían balcones muy arreglados con enredaderas o colgaban estalactitas brillantes como el cristal. Los techos daban el toque frío al paraje con su pulcritud gracias a la nieve caída de los anteriores días. Parecía un arcoiris en la tierra, todo aquello en un aire agradable y puro que solo la ciudad más tranquila del mundo podría brindarle a sus habitantes. Ni un rastro de esmog ni ruido, todo en absoluta tranquilidad que parecía un mismo sueño. Leena siguió los pasos del chico mirando a su alrededor, jamás se había adentrado a esa pintoresca zona de la ciudad. Un olor delicioso y dulce se impregnó en sus fosas nasales, calles arriba estaban haciendo unas galletas de jengibre y mazapán para los niños que a esa hora salían de la escuela. No era de extrañarse que la cola de dicha panadería estuviera tan extensa. Leena desde lo más profundo de su ser deseó degustar dichos dulces. Caminaron varias calles evitando los montículos de nieve y los transeúntes hasta llegar a una vieja librería del cual Leena no alcanzó a leer el nombre al entrar. Para su sorpresa, ella no conocía aquella incluso luego de haber pasado sus años en la "bahía humeante" buscando respuestas sobre su naturaleza en cada librería o biblioteca que pisaba.