★COMPLETA★
¿Saben lo que es ser un verdadero licántropo?
No es como lo narran...
La vida de un hombre lobo esta llena de dolor, angustia e ira...
La gente creía que era un asesino en serie, otros un animal salvaje como un lobo u oso enfurecido. L...
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La tarde serena caía tras ellos. El día de trabajo había sido más que agotador, clasificar en el congelador no era muy sencillo como parece y aún menos con una pareja discutiendo de manera sarcástica frente a ellos. Aunque ambos debían de admitirlo, fue divertido aquello.
Leena daba pasos lentos al lado de Travis con la memoria intrínseca expresada en su sonrisa. El joven la miraba de reojo al verla sonreír y se imaginaba cosas románticas con ella; no podía borrar su recuerdo de la mente.
Las calles estaban tranquilas, no como otras veces donde la gente te zarandea y empuja para abrirse camino. Se guardaba un silencio espectral donde nadie soltaba un suspiro, solo las dos almas diferentes caminando juntas por el parterre de la estación de buses. La nieve condecoraba la escena con su pulcritud y pureza al caer a su alrededor tiñiendo de blanco la oscura tarde del comienzo del invierno en la ciudad de Reikiavik.
Travis se colocó sus guantes sacados de los bolsillos de su chaqueta ante el violento frío que hacía. La nieve retosaba en sus hombros y gorro de lana rojizo mientras aguardaba la llegada de su bus para retirarse a su casa a descansar.
Los copos contorneaban la delicada línea de pecas en el rostro de Leena, siguiendo el camino por el puente de la nariz bajo sus ojos de ópalo pulido y su semblante alegre e inocente. Travis quedó pasmado por su belleza mágica; creyó tener a un hada salida de las más remotas leyendas y cuentos tradicionales. Con su cabello a ambos lados de su pecho, sus ojos resplandecientes y la nieve besándole los pómulos su belleza crecía hasta llegar a los cielos y de repente, los impulsos de probar sus labios nacieron desde lo más profundo de su subconsciente.
—Leena —dijo su nombre sin pensarlo, solo lo lanzó.
La chica alzó la mirada hacia la suya mientras se abrigaba un poco el cuello con su chaqueta mientras maldecía no haber traído una bufanda. —¿Sucede algo? —respondió mientras soltaba una leve tos por el frío que le causaba picazón en la garganta.
A Travis se le esfumó lo que iba a decir por unos cuantos segundos, solo la quedó viendo fijamente a los ojos causándole una mera inconformidad y risa nerviosa a Leena. Al darse cuenta de aquello —luego de que haya pasado casi un minuto de mirada estúpida—, Travis desenvolvió la bufanda de su cuello y la enrolló en el de Leena quien quedó perpleja con la prenda ocultando su expresión de sorpresa.
Entre las puntas de sus dedos índice sintió la calidez y textura de la bufanda y su mirada se suavizó. Él desvío la vista rojo por la vergüenza. —Espero no te enfermes...
Ella no sabía como responder a aquello, le eran ausentes las palabras. A lo lejos, oía los frenos de otros buses de las otras vías recogiendo y dejando a sus debidos y escasos pasajeros.
La tarde casi llegaba a su fin y el bus se había retrasado más de hora y media. Los asientos de las paradas estaban desocupados y el viento y nieve azotaban con fuerza a los pocos transeúntes que recorrían el tramo hacia sus diversos destinos. Muchos pasaban por alto y sin percatarse de lo que ocurría a su alrededor, inmersos en su mundo y sus problemas. Sin embargo una mujer que esperaba un bus del otro lado de la calle luego de haber hecho una visita a su madre enferma observaba entre la nieve densa y congelada hacia la acera contraria donde, iluminada por una luminaria, se lograba apreciar a dos siluetas juntas para resguardarse del frío y con una larga bufanda rojiza entrelazada alrededor de sus cuellos. A lo lejos, perdiéndose en el horizonte, la silueta trazada por las luces de la Hallgrímskirkja se desvanecía entre la blancura de la nieve.