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Nos comerá

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Nos comerá...

Dos patrullas transitaban velozmente por la calle Hemmings apreciando el silencio innato. Podían apreciar unas cuantas personas desde los balcones, listas para apreciar la belleza del eclipse. Unos cuantos valientes lo hacían desde los pórticos, aunque mantenían la puerta abierta por si algún evento peligroso ocurría gracias a las advertencias de los gendarmes.

Había un molesto hedor en el ambiente. Algo que estaba sacando de quicio a la joven de cabellos negros pegados con sangre y ropas rasgadas. Lo conocía y le revolvía las entrañas.
Unos jóvenes que habían obviado las advertencias de los policías fumaban marihuana en la esquina de una calle desolada, sonriendo a la joven que transitaba entre las sombras ocultando su fachada obscura. Los tres chicos rieron a carcajadas.

—Miren eso muchachos. Esto de la luna roja se salió de control —mofó uno de ellos riéndose como el rebuzno de un asno.

—¡Se va a transformar en lobo cuando la luz de luna toque su piel! —blasfemó otro fingiendo terror y exhalando la marihuana oculta en sus pulmones.

Con un rencor innenarrable, Leena observó a los muchachos deteniendo su andar provocando sonoras risotadas.

—¡¿Nos va a asesinar?! ¡Oh, no porfavor! ¡Soy muy joven para morir! —proclamó nuevamente el mismo chico que fingía temor mientras lloriqueaba como un niño pequeño.

—Lárgate de aquí y guarda tu horrible disfraz para Halloween. No falta mucho tiempo... —soltó el mayor de los tres escupiendo a los pies de Leena—. Maldita ramera.

Leena dejó escapar un gruñido gutural y dos de los chicos continuaron en sus risas. El tercero tragó en seco al apreciar los ojos dorados de la joven que, con las pupilas y los labios contraídos se acercó hacia ellos. Sus manos eran de uñas filosas y negruzcas y la sangre en ellas brillaba como rubí ante la escasa luz de la luminaria.

—¿Vienes a complacer nuestros obcuros deseos, pequeña zorra? —dijo el mayor de los tres tirando su porro y sonriendo mientras sacaba un pequeño cuchillo de su pantalón y lo blandía como un juguete.

Leena le propinó un rasguño profundo en el rostro del segundo chico ante la sorpresa de todos. El aulló y se contrajo de dolor con sangre cayendo como riachuelos por dos líneas que cruzaban verticalmente su rostro.

—¡Zorra de...! —dijo el otro que estaba armado y se dispuso a atacarla con el cuchillo cosa que le fue imposible, pues la mano con garras fue aferrada a su cuello y clavada en su yugular y su carótida provocando un sangrado espeluznante. El chorro de sangre era violento y el ruido que hacía con su garganta que poco a poco iba ahogándose en su propia sangre era música para los oídos del lobo.

Teratos: Luna Roja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora