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El destino cruel y penoso que poseía iba destruyendo poco a poco su complicada y salvaje vida

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El destino cruel y penoso que poseía iba destruyendo poco a poco su complicada y salvaje vida. La muerte sería un castigo mucho mejor que aquella agonía demoníaca. Aquella criatura y Leena eran una misma. De todas las personas que en el mundo había, ella tenía la más miserable y patética vida, condenada a ser una bestia incapaz de pensar con raciocinio cuando la luz de la luna se alzaba en el cuerpo negro que se hacía llamar cielo.

Ella era lo que muchas leyendas decía, era un licántropo.

Lo había investigado a fondo. La cifra de los libros que había devorado en la biblioteca casi rondaba por los cielos. La inmensurable cantidad de escritos antiguos que había encontrado, mencionando la presencia de aquellos animalescos seres violentos que atacaban a los pueblos alejados del tumulto, era estupenda. Según ellos, estos seres se transforman bajo la estela de la luna llena en lobos u otras fieras salvajes y dejan que su bestial instinto los guíe causando una fatídica muerte a algún inocente mal auguriado. Tienen excelentes reflejos y sentidos mayormente desarrollados por su parte animal, además de una mente más abierta gracias a su mitad humana. Son una máquina de matar por excelencia y eran temidos por los pueblos antiguos. La plata o elementos religiosos son sus principales debilidades, por lo que los antiguos pueblerinos decoraban sus hogares con estos elementos para que una de estas bestias no irrumpiera con su hogar.
Hubo muchos escritos que la cautivaron, en especial uno de Richard Verstegan que manifestaba: «Los hombres-lobo, son ciertos hechiceros, que al untar sus cuerpos con un ungüento que ellos elaboran con el instinto del diablo, y lo ponen en cierta faja encantada, no sólo a la vista de otros lucen como Lobos, sino que su propio pensamiento tiene la forma y naturaleza de lobos, tan pronto como estos visten la faja mencionada. Y disponen de sí mismos como Lobos, al mordisquear y matar, en especial a criaturas humanas»

Cada vez el tratar de conocer el origen de su maldición se volvía más retorcido y complicado, mucho más la búsqueda de una posible cura. Ansiaba saber el porqué de su condición como licántropo. Ella prácticamente nació en una familia normal.

Leena es originaria de Calcis, Grecia. Provino de una familia de clase media-baja que poseía un terreno con granjas en las praderas griegas. Incluso antes de nacer, le trajo desgracia a su familia. Jamás conoció a su madre, había fallecido cuando dió a luz a ella, su tercera hija luego de tener a sus hermanos gemelos: Aetos y Dymas. Ellos quedaron al cuidado de su padre, tíos y abuela materna.
Leena siempre fue la extraña de la familia, tenía un comportamiento distante del resto de niños y jamás asistió a la escuela, solo se dedicaba a la granja junto a su padre y tíos, a diferencia de sus dos hermanos mayores.
Le encantaba estar rodeada de naturaleza y de los animales, con los cuales podía comunicarse con facilidad. Esto aterró tanto a su padre conservador, que decidió venderla a un circo pueblerino como la "Chica lobo".
La única persona que poseía aprecio hacia ella fue su abuela, quién lamentablemente falleció cuando Leena cumplió los ocho años de edad.

Leena permaneció desde los nueve hasta los catorce años encerrada en una jaula con diversas cadenas y grilletes, mientras decenas de personas incivilizadas e incautas pasaban por los pasillos del inmundo circo tomando fotos o burlándose de los individuos que allí se encontraban.

Teratos: Luna Roja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora