★COMPLETA★
¿Saben lo que es ser un verdadero licántropo?
No es como lo narran...
La vida de un hombre lobo esta llena de dolor, angustia e ira...
La gente creía que era un asesino en serie, otros un animal salvaje como un lobo u oso enfurecido. L...
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Era el enésimo sorbo al café que le daba y aún seguía por la mitad. El frío se sentía en el ambiente y cargaba las manos entumecidas mientras la oscura noche se recargaba sobre sus hombros. Había trabajado unas horas extras en la carnicería y se alegraba de no poseer clases en la Universidad aquella noche, así podría dedicarse a tocar un poco el piano o a leer algo interesante. Las personas cruzaban a su alrededor con las miradas en el suelo, sin percatarse del grandioso espectáculo que se daría a cabo en pocos minutos.
El británico se dirigió hasta un pequeño parque de piso blanco por la nieve y se sentó en un banco evitando las partes húmedas y frías del metal del mismo. Volvió a sorber su bebida caliente mientras unas pequeñas fibras de su gorro de lana de oveja se le entremezclaban con sus labios. Fue extraño que él alzara la vista por esta molestia y sus ojos se conectaran con el cielo ennegrecido, antes de ser encendido por las bellas luces del norte.
Un evento inesperado, que muy pocas veces se logra captar en la ciudad, ocurría frente a los ojos de Travis. La marea brillante de estrellas fulminaba entre los fugaces colores fatuos que se plasmaban en la oscuridad.
Los mismos colores que una pareja desnuda contemplaban desde la lejanía de donde se encontraban. La joven pelirroja poseía lágrimas en los ojos de felicidad mientras abrazaba el cálido pecho de quien amaba. Él observaba con ojos asombrados el espectáculo en su ventana mientras depositaba un cálido beso en los labios de su querida pelirroja que por fin, era de su propiedad. Al fin habían reforzado ese lazo con el toque final y ahora se sentían más jubilosos que nunca.
Hannes sobaba la tersa y humedecida piel de la espalda de la joven; dibujaba con sus dedos la moldura de su espina dorsal con una sonrisa complacida en sus labios mientras el dulce aliento de la joven caía como un velo sobre su garganta.
—Hannes... Te amo —fue lo que pronunció la joven antes de volver a tumbarlo sobre la gruesa superficie de cuerina de los asientos traseros y colocarse pícara sobre él.
—Y yo a tí, mi preciosa pelirroja —declaró él con una suave caricia a su rostro antes de volverla a besar con pasión y sentir su lengua privar la suya.
Tres personas enamoradas, dos de ellas unidas, el restante deseando unirse a ella. Lo que él no sabe es de la naturaleza de quien ama. Y de lo que ella estaba dispuesta a hacer por proteger al monstruo que reside en su interior.
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