XLIV

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-¿Está todo listo, hermano? -dijo Hannes a través del comunicador mientras sostenía el volante con una mano

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-¿Está todo listo, hermano? -dijo Hannes a través del comunicador mientras sostenía el volante con una mano. La mirada preocupada de Veronika le seguía el movimiento de sus labios.

-Todo listo capitán -resolló la voz gangosa del galeno-. Tengo la plata fundiéndose. Esta noche estarán listas las balas con cabeza de plata.

-Eso era lo que deseaba oír, Víktor.

Veronika suspiró con fuerza y un vapor helado salió de su boca. Desenvainó la pistola de su cintura y sacó el cartucho de balas que esta poseía y, sosteniéndolo en su mano derecha, se dirigió sin mirar al capitán.
-Ya está próxima la hora...

-Sí. Así es.

Veronika alzó la vasta de su pantalón azul marino del uniforme y vió la intersección entre la carne y el metal de su prótesis. Su otra mano fue instintivamente a posarse sobre el surco que había creado los dientes del monstruo en su hombro. Hannes arrugó la frente ante aquello. Había recordado el incómodo toque sobre esa zona de su cuerpo la noche anterior. Como ella se quejó de dolor ante la sensibilidad de su piel y como sus dedos dibujaron la pendiente curva que habían dejado los colmillos de la bestia.

-Podrás vengar tu pierna y tu hombro...

Veronika permaneció en silencio por varios minutos mientras evadían los carros presentes en la carretera. Luego, insertó nuevamente el cartucho con fuerza y refunfuñó.
-No quiero vengar nada. Solo quiero acabar con esa bestia, para que no lastime a nadie más.

Avanzaron varios minutos más hasta el centro de Reikiavik. El lugar que de manera habitual era tan transitado no manifestaba a casi nadie caminando por sus calles, cosa que extrañó bastante a los gendarmes.

Allí, parado en la intersección de las calles, los esperaba la alta figura de Víktor Petrov con su característico sombrero de cuero café esperando que la patrulla lo recogiera. Unas miradas extrañas se notaron al ver al hombre ingresar a la patrulla así sin problemas, aunque decidieron seguir con sus ocupaciones y deberes. El galeno ni se inmutó por aquello y cerró la puerta de golpe para que el auto siguiera su marcha. Quitándose el sombrero saludó a Veronika y Hannes con cordialidad y acomodó su chaqueta y se quitó los gruesos guantes de lana negros que cargaba.
-Vaya que ustedes son veloces. No me extraña en realidad -bromeó Petrov bajando el vidrio del auto para encender un cigarrillo.

-Me vas a llenar el carro de olor a nicotina Víktor -reclamó el capitán girando el volante a la izquierda y parando en la luz roja en una intersección.

-Uno de tus olores favoritos Hannes -replicó de vuelta el forense dando una calada a su cigarrillo-. ¿Se les apetece uno?

Veronika lucía bastante nerviosa al rasquetear la tela del asiento con sus uñas y mirar al frente con los ojos exhuberantes. Hannes la miró de reojo y, aunque decidió guardarse el comentario, sintió el nerviosismo de la joven.

Teratos: Luna Roja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora