XLIII

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Virginia se sorprendió al ver como una patrulla se aparcaba la calle frente a la carnicería, tanto que dejó de lado el periódico al que daba una rápida ojeada

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Virginia se sorprendió al ver como una patrulla se aparcaba la calle frente a la carnicería, tanto que dejó de lado el periódico al que daba una rápida ojeada. Travis regresó a ver a su superiora al oír el sonido de las páginas arrugarse y siguió la ruta trazada por sus ojos hasta el par de policías que se acercaban a la carnicería con rostros bastante serios.
—¿Qué hacen ellos por aquí? —se preguntó Virginia subiendo los anteojos que resbalaban por el puente de su nariz.

Travis tenía la boca entreabierta cuando los dos policías ingresaron al establecimiento inspeccionando todo con sus miradas desconfiadas. Había algo que le daba un sabor amargo en la boca y le insitó a la preocupación.

El capitán Jónsonn dejó pasar primero a su subordinada de cabellos pelirrojos algo desordenados para luego seguirle el paso. No cargaba su habitual gorro policial, solo mantenía una mano constante sobre la funda en su cintura donde colgaba su revólver. La situación era lo bastante delicada para no estar precavido.
La agente Reede entró con cautela y con la mirada firme y a la vez temerosa. Tenía miedo de encontrarse con los ojos amarillos de sus pesadillas. Era una suerte de que aquello no había ocurrido en tal ocasión.

Virginia se levantó del mostrador y saludó cordialmente con las autoridades frente a ella con su característica amabilidad y cortesía. Travis se quitó los guantes con los que manipulaba la picadilla congelada y enjuagó rápidamente sus manos en el lavamanos para hacer lo mismo que su jefa. Un sentimiento de inconformidad le recorrió el espinazo al sentir el tacto de las manos de ambos policías y la mirada penetrante de tanto ojos marrones como verdes.

—Muy buenas tardes señores. ¿Qué se les trae por aquí? —preguntó Virginia sin escrúpulos—. ¿Piensan hacer un asado en la comisaría?

Hannes carraspeó con sarcasmo al oír el comentario de la dueña del local. Bueno fuera de que aquello fuera el motivo. Veronika lo observaba de reojo sin mover ni un músculo, con los puños apretados contra sus caderas.
—No, señora. Realmente queremos hacerles algunas preguntas a ambos, pero en especial necesitamos hablar con el muchacho —exclamó refiriéndose a Travis, el cual quedó perplejo ante la aclaración.

Virginia no se abstuvo de mirar con sorpresa al joven sin creer lo que oía. Travis tampoco lo hacía. ¿Por qué los policías deseaban hablar con ellos tan de repente?

—C-claro oficiales. Con mucho gusto las respondemos.

Travis se revolvió en su sitio cuando la mujer pelirroja de su bolso lateral sacó un bolígrafo y una pequeña libreta, lista para anotar todo lo que su jefe preguntara y lo que ellos respondieran. Un dejo de lástima podían apreciarse en los ojos marrones hacia el joven colocando la punta del bolígrafo sobre el papel.

—¿Podrían decirme si conocen a una joven de cabello oscuro, contextura delgada y unos ojos de color amarillo?

A Travis parecían doblársele las piernas. ¿Acaso había escuchado correctamente?

Teratos: Luna Roja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora