★COMPLETA★
¿Saben lo que es ser un verdadero licántropo?
No es como lo narran...
La vida de un hombre lobo esta llena de dolor, angustia e ira...
La gente creía que era un asesino en serie, otros un animal salvaje como un lobo u oso enfurecido. L...
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Ella solo miraba a un punto neutro, sin razón alguna. Su boca aún poseía ese característico sabor a metal de la sangre. No sentía sus piernas ni sus brazos, estaban más que flácidos, inertes. Sus pulmones se llenaban irregularmente de aire mientras rasqueteaba la nieve bajo sus rodillas con sus largas uñas. Un ardor le recorrió los labios, se había mordido y un delicado hilillo de sangre bajaba por su mentón hasta posarse en la mullida capa blanca, quitándole la perfecta pulcritud con su intenso color rojizo. El búho nival la contemplaba desde lo alto de un nogal, emitiendo leves chirridos como si se burlase del triste destino que le había tocado sufrir.
Leena lloraba en silencio antes de perderse para siempre en la tormentosa nube de sus instintos y sucumbir a la luna, que coronaba la noche y con su luz reflejada en la nieve a modo de una brillante película cristalina, golpeaba a la joven licántropa. Sus uñas no tardaron en llegar hasta bajo sus ojos al sentir la fuerte descarga eléctrica en todo su ser. Era espantoso e indescriptible. Había comenzado la agonía de la transformación.
Gritó con todas sus fuerzas hasta que la garganta se le apagó. Sus huesos crujían bajo la piel mientras buscaba algún apoyo para aminorar el dolor. Primero sus piernas, luego los brazos y por último su espalda. El escozor en las encías era también lo que le había impedido gritar. Sin embargo ocurrió algo inesperado, la transformación no prosiguió pues la luna fue oculta tras unas nubes. Sus dientes habían dejado de ser humanos, eran afilados y toscos y los colmillos apenas le cabían en la boca. Resoplaba y bufaba como un verdadero lobo mientras extendía las manos huesudas de largas garras negruzcas. Sus tendones estaban tensos y aún no podía mantenerse en pie con ese cuerpo malformado. Gañía como un cánido, ya no quedaba rastros de su naturaleza humana.
Algo estaba atravesando el bosque a gran velocidad. Esto llamó su atención y demostró que el lobo la había domado. Exclamando un gruñido, logró erguirse en dos piernas y fue tras el rastro de aquello.
Minutos atrás se estaba desarrollando otra historia. Un muchacho joven caminaba desgarbado por el poblado, aferrando algo oculto en un bolsillo. Su mirada decía que su vida dependiera de ello. Lo cierto era de que debía una gran deuda a un maleante y aquel era el último día que tenía de oportunidad para pagarla o le quitarían todo lo que él amaba: su esposa, su hijo y su vida. Quizá para él la última cosa no era muy importante pues estaba acabado como persona. Estaba hundido en las drogas y el alcohol, viviendo de la peor y más deshonrosa manera y con un aspecto más de un muerto que de un vivo, incluso él mismo se causaba náuseas. Iba escaneando el lugar aún con la mano en el bolsillo mientras se acomodaba el gorro negro de lana que tenía sobre la cabeza. Hacía un frío descomunal y no había ni un alma rondando a esas altas horas de la noche. Las luminarias incluso estaban apagadas y las escasas casas a su alrededor ya se habían ido a descansar.
Al final de la calle, fumando y apoyado en una luminaria, se hallaba un hombre de espaldas y de mediana edad divagando sobre sus asuntos personales. Parecía haber salido a dar un paseo nocturno para liberar sus pensamientos. Que mala suerte tenía aquel sujeto.