XLV

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Un pequeño movimiento bajo las sábanas indicaba que la pelirroja ya había despertado

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Un pequeño movimiento bajo las sábanas indicaba que la pelirroja ya había despertado. Hannes no pudo evitar arquear sus labios al ver como ella arrugaba la nariz mientras sus cabellos de fuego cubrían parcialmente la nevada de pecas sobre sus pómulos. Un espasmo de frío le recorrió el cuerpo al sentir como la pierna de ella se enredaba con la suya y el roce de su piel con el frío metal de la prótesis le devolvió el recuerdo de aquellas noches de angustia en el hospital.

Apreció con desdén la enorme marca de los puntos sobre el hombro de la joven, casi a la altura de la clavícula, donde yacían las salvajes marcas color violáceo producidas por sus labios.
Hannes adoraba todo de ella. Su suave piel de procelana, sus cabellos del tono de las hojas de arce, su avalancha de pecas translúcidas en su rostro y su espalda y sus delicadas curvas sobre su hosco cuerpo. Ya conocía cada milímetro de ella y de mismo modo, ella de él. Eran uno solo tanto en alma como en cuerpo y Hannes no podía estar más alegre de aquello. Veronika era la indicada y, aunque temía de lo que ocurriría al día siguiente, él se había prometido que nada le haría daño a su amada.

Sin embargo, sabía que debía cumplir con su otra promesa si lo peor llegase a ocurrir.

¿Y si alguien resultaba mordido durante el perigeo de la luna de sangre? El siguiente Teratos no podría seguir viviendo entre las calles de Reikiavik. Ese monstruo no debía seguir existiendo en ningún lugar de la faz de la tierra. Debía de ser erradicado por completo y mañana sería la noche donde él y su equipo realizarían aquella ardua labor.

El plan estaba casi listo. Ya había sido comunicado a las autoridades pero aún se mantenían incrédulas ante tan fantasiosa declaración, sin embargo, unos miembros de la policía citadina se mantuvieron leales al capitán de policía y decidieron ayudarlos con el operativo y estaban decididos a llamar a las autoridades de la ciudad apenas se tenga una prueba concreta de la existencia de que el brutal asesino de Reikiavik era en realidad una joven licántropo.

—Hey dormilona... —susurró el capitán dándole un leve toque a la nariz de la joven la cual se levantó de un respingo dejando en claro sus marrones ojos inocentes.

Ella sonrió de manera juguetona y sus manos se pasearon por el torso desnudo del capitán para apegarse más al calor de su cuerpo y haciéndose un ovillo ante los latidos de su corazón.
—Buenos días, mi capitán...

—Buenos días, Nika...

Ella rió ante aquello y le dió un codazo en las costillas al gendarme arrancándole otra sonrisa más amplia.
—Odio que me llames con ese estúpido apodo.

—Lo sé, y por eso es más divertido hacerlo —mofó el capitán hundiendo la nariz entre sus cabellos y aspirando el aroma a lavanda que emanaban.

La envolvió entre sus brazos y depositó un beso en su hombro provocando que a ella se le erizara la piel. Todo fue placentero hasta que los labios de Hannes rozaron a la sensible herida de su hombro. Ella gimió disgustada y Hannes se detuvo bruscamente.

Teratos: Luna Roja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora