8 De Julio

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¡Qué niños somos, verdaderamente, y qué valor tan elevado damos a una mirada! ¡Qué niño es el hombre! Habíamos ido a Wahlheim; las señoras iban en coche y durante el paseo, creí ver en los ojos negros de Carlota… ¡Estoy loco… perdona! ¡Sería preciso haber visto aquellos ojos! En fin, para terminar (porque estoy cayéndome de sueño), te diré que las señoras iban en una carroza y el joven W***, Selstadt, Audrán y yo seguíamos a pie. Estos caballeros, siempre vivos, turbulentos y ligeros, no dejaban de dar vueltas alrededor del carruaje, yendo de un lado a otro y charlando. Las señoras seguían la plática y contestaban. Yo buscaba los ojos de Carlota y vi, ¡ay!,  que se fijaban o más bien que erraban de un lugar a otro, pero que nunca, ni una  sola vez, se detenían en mí, yo que no veía más que a ella! ¡Mi corazón la saludaba mil veces y ella no me miraba! El carruaje nos adelantó y una lágrima humedeció mis ojos. Yo la seguí con la vista y vi el tocado de su cabeza fuera de la puerta, inclinándose para buscar, para ver… ¿A quién? ¿A mí? ¡Oh, amigo! Estoy flotando en esta incertidumbre, misma que es mi consuelo. Quizá era a mí a quien buscaba… a mí a quien quería ver… ¡Tal vez! Buenas noches. ¡Qué niño soy! 

"Las Penas del Joven Werther"  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora