24 de noviembre

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No desconoce Carlota cuánto sufro. Su mirada ha llegado hoy hasta lo más hondo de mi corazón. La encontré sola; yo no despegaba mis labios y ella me miraba fijamente. Absorto ante aquella mirada sublime, llena de afectuoso interés y dulce piedad, no veía su seductora hermosura ni la aureola de inteligencia que ilumina su frente. ¿Por qué no me tiré a sus pies o la tomé entre mis brazos, cubriéndola de besos? Se sentó en el piano; a sus armoniosos acordes unió su dulce y cantarina voz. No he encontrado nunca más adorables sus labios; parecía que se entreabrían lánguidos para aspirar los dulces sonidos del instrumento y exhalarlos de nuevo, con la suavidad de su hálito. ¡ah! ¡Si yo pudiera hacer que compartieras conmigo lo que sentí en ese momento! Incliné la cabeza desfallecido y me juré no atreverme nunca a imprimir un beso en su boca, en aquella boca donde revoloteaban los serafines del cielo. Y, sin embargo, yo quiero… No. Hay una barrera imposible de cruzar que la separa de mi alma. ¡Destruir esta pureza! Y después el castigo que sigue al pecado. ¿Pecado? 

"Las Penas del Joven Werther"  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora