30 De Agosto

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Desgraciado, ¿no estás loco? ¿No te engañas a ti mismo? ¿Adónde  te llevará esa pasión indómita y sin propósito? No hago más oración que la que le dirijo a ella; ya no cabe en mi imaginación otra figura que la suya y todo lo que me rodea no lo veo sino con relación a ella.  Esto me da algunas horas de felicidad, que han de irse tan pronto como tengamos que separarnos. ¡Ah, Guillermo, adónde me lleva con frecuencia mi corazón! Siempre que paso dos o tres horas con ella, en  la contemplación de su figura, de sus movimientos, de la maravillosa expresión que da a sus palabras, todos mis sentidos se exaltan sin sensibilidad, una sombra se extiende ante mí y mis oídos pierden la percepción; siento que aprieta mi garganta una mano asesina; mi corazón, en sus latidos precipitados, busca consuelo a mis sentidos oprimidos y no hace más que aumentar el desorden.  Guillermo, muchas veces no sé si estoy en el mundo. Y cuando me ataca la tristeza y Carlota me concede el consuelo de aliviar mi martirio, dejándome bañar su mano con mis lágrimas, necesito salir, necesito huir y corro a esconderme en la lejanía de los campos. Entonces disfruto subiendo una montaña escarpada, abriéndome paso entre un bosque espeso, por entre las breñas que me hieren y los zarzales que me despedazan. Entonces me hallo un poco mejor, ¡un poco!, y cuando muerto de sed y cansancio, sucumbo y hago una pausa; cuando en la noche profunda, con la Luna llena sobre mi cabeza, me siento en el bosque sobre un tronco torcido, para descansar los pies desgarrados, o me entrego a un sueño tranquilo durante la claridad del crepúsculo… ¡Oh, Guillermo! El silencioso albergue de una celda, un sayal y el cilicio son los únicos consuelos que mi alma espera.  Adiós. No veo para esta miserable vida más fin que la muerte. 

"Las Penas del Joven Werther"  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora