Desgraciado, ¿no estás loco? ¿No te engañas a ti mismo? ¿Adónde te llevará esa pasión indómita y sin propósito? No hago más oración que la que le dirijo a ella; ya no cabe en mi imaginación otra figura que la suya y todo lo que me rodea no lo veo sino con relación a ella. Esto me da algunas horas de felicidad, que han de irse tan pronto como tengamos que separarnos. ¡Ah, Guillermo, adónde me lleva con frecuencia mi corazón! Siempre que paso dos o tres horas con ella, en la contemplación de su figura, de sus movimientos, de la maravillosa expresión que da a sus palabras, todos mis sentidos se exaltan sin sensibilidad, una sombra se extiende ante mí y mis oídos pierden la percepción; siento que aprieta mi garganta una mano asesina; mi corazón, en sus latidos precipitados, busca consuelo a mis sentidos oprimidos y no hace más que aumentar el desorden. Guillermo, muchas veces no sé si estoy en el mundo. Y cuando me ataca la tristeza y Carlota me concede el consuelo de aliviar mi martirio, dejándome bañar su mano con mis lágrimas, necesito salir, necesito huir y corro a esconderme en la lejanía de los campos. Entonces disfruto subiendo una montaña escarpada, abriéndome paso entre un bosque espeso, por entre las breñas que me hieren y los zarzales que me despedazan. Entonces me hallo un poco mejor, ¡un poco!, y cuando muerto de sed y cansancio, sucumbo y hago una pausa; cuando en la noche profunda, con la Luna llena sobre mi cabeza, me siento en el bosque sobre un tronco torcido, para descansar los pies desgarrados, o me entrego a un sueño tranquilo durante la claridad del crepúsculo… ¡Oh, Guillermo! El silencioso albergue de una celda, un sayal y el cilicio son los únicos consuelos que mi alma espera. Adiós. No veo para esta miserable vida más fin que la muerte.
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"Las Penas del Joven Werther"
Roman d'amourHe reunido con cautela todo lo que he podido acerca del sufrido Werther y aquí se los ofrezco, pues sé que me lo agradecerán; no podrán negar su admiración y simpatía por su espíritu y su carácter, ni dejarán de liberar algunas lágrimas por su trist...