El lunes por la mañana, 21 de diciembre, escribió a Carlota la siguiente carta, que se encontró cerrada sobre su mesa y fue entregada a su amada. La incluimos aquí por fragmentos, como parece que la escribió: “Está decidido, Carlota: quiero morir y te lo informo sin ninguna intención romántica, con la cabeza tranquila, el mismo día en que te veré por última vez. “Cuando leas estas líneas, amada Carlota, yacerán en la tumba los despojos del desdichado que en los últimos momentos de su vida, no encuentra placer más dulce que el de hablar contigo en la mente. He pasado una noche terrible; con todo, ha sido benéfica, porque me ha ayudado a resolverme. ¡Quiero morir! “Al separarnos ayer, un frío inexplicable se apoderó de todo mi ser; volvía la sangre a mi corazón y respirando con angustiosa dificultad pensaba en mi vida, que se consume cerca de ti, sin alegría, sin esperanza. ¡Ah!, estaba helado de miedo. Apenas pude llegar a mi alcoba, donde caí arrodillado, loco por completo. ¡Oh, Dios mío! Tú me concediste por última vez el consuelo del llanto. ¡Pero qué lágrimas tan amargas! Mil ideas, mil proyectos agitaron mi espíritu, fundiéndose, al fin, todos en uno solo; pero firme, inquebrantable: ¡morir! Con esta decisión me acosté; con esta resolución, firme y terminante como ayer, he despertado: ¡quiero morir! No es desesperación, es convicción, mi carrera está terminada y me sacrifico por ti. Sí, Carlota, ¿por qué te lo debería ocultar? Es necesario que uno de los tres muera y deseo ser yo. ¡Oh, vida de mi vida! Más de una vez en mi alma desgarrada se ha introducido un horrible pensamiento: matar a tu esposo… a ti… a mí. Debo ser yo; así será. “Cuando al anochecer de un día hermoso de verano, subas a la montaña, piensa en mí y recuerda que he recorrido el valle muchas veces; mira después hacia el cementerio y a los últimos rayos del sol poniente, ve cómo el viento azota la hierba de mi tumba. Estaba tranquilo al comenzar esta misiva y ahora lloro como niño. ¡Tanto martirizan estas ideas a mi pobre corazón! Werther llamó a su criado cerca de las 10; mientras lo vestía le dijo que iba a hacer un viaje de algunos días y que debía por lo tanto arreglar la ropa y alistar maletas; también le ordenó arreglar las cuentas, recoger muchos libros prestados y dar a algunos pobres, a quienes socorría una vez a la semana, la donación de dos meses adelantados. Pidió el almuerzo en su habitación y después de comer, se enfiló a casa del administrador, a quien no halló. Paseó por el jardín pensativo, lo que parecía indicar el deseo de fundir en una sola todas las ideas capaces de enardecer sus amarguras. Los niños no lo dejaron solo mucho tiempo: salieron en su busca saltando de gusto y le dijeron que los días siguientes Carlota les daría los regalos de Navidad; al respecto le dijeron todas las maravillas que la imaginación les ofrecía. “¡Mañana!”, dijo Werther, “¡y pasado mañana…, y el día siguiente!” Los abrazó con cariño y se disponía a alejarse cuando el más pequeño mostró querer susurrarle algo. El secreto se redujo a informarle que sus hermanos mayores habían escrito felicitaciones para año nuevo: una para el papá, otra para Alberto y Carlota, y otra para el señor Werther. Todas las entregarían por la mañana temprano el 1 de enero. Estas palabras lo llenaron de ternura; hizo algunos regalos a todos y luego de encargarles que dieran memorias a su papá, montó su caballo y se marcho con lágrimas en los ojos. A las cinco regresó a casa; recomendó a la criada que cuidara el fuego de la chimenea hasta la noche y pidió al sirviente que empacara los libros y la ropa blanca, y metiera los trajes a la maleta. Puede pensarse que después de esto fue cuando escribió el siguiente fragmento de su última carta a Carlota: “Tú no esperas; crees que voy a obedecerte y a no volver a tu casa hasta nochebuena. ¡Oh, Carlota! Hoy o nunca. En la víspera de Navidad tendrás este papel en tus temblorosas manos y le humedecerás con tu precioso llanto. Lo quiero, es necesario. ¡Oh, qué contento estoy con mi decisión!”
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"Las Penas del Joven Werther"
RomanceHe reunido con cautela todo lo que he podido acerca del sufrido Werther y aquí se los ofrezco, pues sé que me lo agradecerán; no podrán negar su admiración y simpatía por su espíritu y su carácter, ni dejarán de liberar algunas lágrimas por su trist...