Capítulo 4.

4.1K 188 115
                                    


·Narra Aira·

Saqué a Chocolate de la cuadra, me subí a su lomo y palpé lo fuerte que estaba. Sin duda, era mi caballo favorito y le guardaba muchísimo cariño. Tenía un pelaje marrón que impactaba por lo brillante que me encargaba de dejarlo. Me gustaba cuidar a los animales, mantenerlos sanos y ponerlos guapos, me hacía sentir demasiado bien. Eran como mis hijos, solo que no habían salido de mí, pero los quería como tal.

-Vamos a dar una vuelta, campeón.

Chocolate relinchó, feliz por saber que íbamos a pasear y movería sus patas libremente. Ellos me entendían siempre, aunque había gente a la que le costaba creerlo. Pero a mí nunca me importaron los demás.

Carcajeé ante su reacción, estaba feliz y podía notar su nerviosismo antes de salir al galope. Cuando lo hicimos, comenzó a trotar despacio hasta que salimos del establo y nos topamos con un campo lleno de flores maravillosas de todos los colores. Chocolate avanzaba cada vez más y mientras me sujetaba a él con fuerza el aire chocaba contra mi cara y me revolvía el pelo. 

Adoraba esa sensación de libertad, de no seguir normas, de ser yo quien decide el rumbo que íbamos a tomar.

Miré a mi alrededor y disfruté al contemplar con mis propios ojos cómo me envolvía un paisaje absolutamente verde. Todo era colorido, no había lugar para la siniestralidad ni la oscuridad. Alcé la cabeza y el cielo resplandecía arriba nuestra, empapado de un color azul precioso que hubiera deseado fotografiar.

Acabamos en una zona desconocida donde había un río y Chocolate frenó en seco al encontrarse el agua casi rozando sus pezuñas. Me bajé de él cuidadosamente y lo amarré a un tronco de madera para asegurarme de que no huyera de allí.

-Pórtate bien, eh.

Le dejé su espacio y fui en busca del mío a la orilla del río tras observarle comiendo hierba deliberadamente. Y me senté allí, sobre unas piedrecitas que se clavaban molestas en mi trasero hasta que encontré la postura ideal y me desprendí de mis botas, quedándome descalza. Segundos después me acomodé y extendí mis piernas, dispuestas a empaparse en cuanto corriera un poco de aire y las alcanzara el agua.

Los rayos del sol caían quemando mi piel. Me encantaba el verano porque hacía todo mi cuerpo arder y me bronceaba, envolviéndome en una tonalidad más oscura que adoraba lucir. Además, las vacaciones siempre sentaban realmente bien, aunque algunos días me tocaba ir a trabajar y arruinaban un poco mi libertad, pero todo lo hacía por mi familia. 

Necesitábamos dinero, no éramos pobres pero vivíamos del campo y eso no conseguía darnos una estabilidad económica. Teníamos que mantener nuestra pequeña granja, la casa y cubrirnos todas las necesidades. Aun así, no vivíamos del todo mal, yo había crecido con esto y estaba totalmente agradecida por tener lo que tenía.

Sentía el aire remover mi cabello dejándolo más rebelde mientras mantenía los ojos cerrados, pero los abrí de inmediato cuando una vibración en mi bolsillo me sacó de mi momento de reflexión. Miré confusa a la pantalla en cuanto apareció un número desconocido en ella. Curvé mis cejas y me pregunté quién sería mientras le di a abrir el mensaje que me habían enviado.

De: Desconocido

Hola, ¿qué tal estás?

Mis dedos corrieron rápidamente a escribirle una contestación. O más bien, una pregunta que resolviera mis dudas.

De: Aira

Si tuviera tu número guardado quizás te contestaría, pero no hablo con desconocidos, ¿quién eres?

Diferentes Estrellas #1 [Justin Bieber]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora