Capítulo 8.

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·Narra Aira·

Por fin llegamos a la casa de Justin y en cuanto abrió la puerta, Esther corrió hacia el interior asustada por los truenos que no paraban de rugir ahí arriba. Me quedé quieta observando cómo movía su colita hasta que se perdió en una de las habitaciones.

-Puedes pasar, eh –sentí su voz muy cerca de mí, a mis espaldas.

Justin me permitió el paso y después colocó una alfombrilla en el suelo para que no dejáramos rastro de todo lo que acumulaban nuestros zapatos.

-Hacía tiempo que no veía llover de esa manera –comenté, después de limpiar la suela de mis zapatillas.

-Puedes darme las gracias por haberte ofrecido cobijo –me guiñó un ojo y me tendió una pequeña toalla.

-Gracias... -le agradecí.

-Es para que seques tu pelo –cogí aquella toalla y sin querer rocé su mano. Parecía insignificante, pero su tacto provocó que cientos de escalofríos recorrieran todo mi cuerpo a velocidad de la luz-. Si no pillarías un buen resfriado...

¿Se estaba preocupando por mí?

-Si el pelo fuera lo único que tengo mojado... -di una vuelta sobre mí, mostrándole que estaba completamente empapada.

-Te gusta enseñarme tus braguitas, eh –una sonrisa burlona se apoderó de su rostro.

-¡Que es un biquini! –le corregí.

-Bueno, de todas formas, puedes cambiarte –se encogió de hombros.

-¿Cómo voy a cambiarme si no tengo ropa aquí? –agité mis brazos a mi alrededor, dándole énfasis a mi pregunta.

-Yo te dejo la mía.

-Oh, no. De ninguna manera –me negué.

-A ver si te crees que encima de que te invito a mi casa me la vas a dejar hecha una pocilga –se giró y me imaginé una sonrisa tirando de sus labios.

Será imbécil.

-¡Oye! –alcé mi voz para que me oyera. Estaba subiendo unas escaleras en forma de espiral y yo continuaba con mis pies anclados en aquella alfombrilla ahora mugrosa-. ¡Que tú estás igual que yo!

Aproveché su ausencia para coger mi teléfono móvil y marcar el número de mi casa. Mi padre no tardó en cogerlo, ni siquiera llegó a sonar el segundo pitido.

-¿Aira? ¿Dónde estás? Nos tienes muy preocupados.

Rodé los ojos. Siempre me hacían sentir como si fuera una niña pequeña.

-Tranquilo, no me ha pasado nada -suspiré-. Estoy en casa de Bibi.

-Oh, menos mal que no te ha pillado la tormenta.

Sí, sí me ha pillado, papá.

-Pues por los pelos... Estaba saliendo de casa de Bibi cuando ha empezado a llover de esa manera, así que me ha ofrecido quedarme a comer y...

¿Por qué no le estaba diciendo la verdad? Nunca les mentía.

No había nada de malo en quedarme en casa de Justin, ¿no?

-¿Así que comes en casa de tu amiga?

-Sí. Además, vamos a comer pizza y ya sabes lo que me gusta.

-Pues que aproveche, cielo.

-Gracias, papá.

-Hasta que no pase la tormenta ni se te ocurra venir, ¿vale? No queremos que te pase nada y sabemos que allí estarás bien.

Diferentes Estrellas #1 [Justin Bieber]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora