Capítulo 22.

2.7K 175 478
                                    



·Narra Aira·

Era mi segundo día en la ciudad y podía decir que había comenzado mi rutina.

-¿Lo habéis pasado bien? -pregunté antes de despedirme de Leo y Aaron.

Tenían ocho años y nos habíamos pasado la tarde entera jugando en su casa. Puesto que estaba lloviendo, habíamos decidido no salir de allí.

-¡Sí! -contestaron al unísono.

Sonreí levemente y acoplé el bolso granate sobre mi hombro.

-¿Te vas ya? -me preguntó uno de ellos.

Todavía no los distinguía muy bien, puesto que eran mellizos y se parecían hasta en los gestos. Aunque uno tenía el cabello más claro que el otro y un pequeño lunar en la mejilla.

-Sí -hice un puchero, haciéndoles saber que me apetecía compartir más tiempo con ellos-, tengo que irme a casa antes de que empeore el tiempo.

-¿Pero mañana podremos salir al parque?

-Mañana no nos vemos -hice una mueca triste-, pero el lunes sí.

-¿Entonces iremos el lunes?

-Claro -incliné mis rodillas para ponerme a su altura-, si os portáis bien os llevo donde queráis.

Ellos me miraron alegres después de lo que había dicho y acaricié sus cabezas antes de dirigirme a la puerta.

-Es una buena manera de chantajearles -me dijo la señora Baker una vez me permitió la salida.

-Oh, tengo una hermana pequeña así que conozco perfectamente las debilidades a esa edad -reconocí, echando un mechón de pelo detrás de mi oreja.

-Está bien que tengas esa experiencia -me mostró una dulce sonrisa-, aunque cada niño es un mundo...

-Pero al fin y al cabo todos buscan lo mismo -le sonreí también.

-Divertirse -añadió, terminando mi frase.

-Así es -asentí con mi cabeza.

Arrastré mis pasos hacia fuera de la casa y encendí la luz del pasillo.

-Hasta mañana, chicos -me despedí, moviendo mi mano.

Ellos hicieron lo mismo que yo.

-Descansa, Aira -me deseó la señora Baker-. Deberás estar agotada.

-Un poco -admití, dejando escapar una leve risa de mi boca.

La verdad era que Leo y Aaron eran unos terremotos, no podían parar quietos. Habíamos pasado prácticamente la tarde juntos y me sentía como si hubiera corrido una maratón interminable. Con sus ocho años, habían acabado con toda mi energía y me sentía sin fuerzas. Era una débil y no estaba preparada para estas cosas.

Cuando cerró la puerta, caminé hasta el ascensor y revisé la hora. En realidad, tenía aun parte del día por delante, aunque estaba realmente cansada. Al día siguiente no madrugaba ni trabajaba, así que era una brillante idea acostarme hasta que mi cuerpo no aguantara más relajado.

Una vez salí al exterior, decidí pasear por la calle para que me diera un poco el aire. Todavía caían unas cuantas gotas del cielo, pero apenas molestaban. Al contrario, a mí me agradaba. Me encantaba ver el cielo encapotado, enfadado con nosotros, triste por no saber cuidar lo que había bajo de él.

Empezó a hacer algo de fresco y a llover un poco más. Intenté caminar lo más rápido posible para llegar a casa cuanto antes y me refugié para no mojarme. Me quedé mirando el escaparate de la tienda que me había salvado de no acabar empapada y decidí entrar. Vestía unos shorts y una camiseta de tirantes, así que no me vendría mal comprarme algo que pudiera abrigarme, al menos por el momento.

Diferentes Estrellas #1 [Justin Bieber]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora