Capítulo 47.

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·Narra Aira·

Giré mi cuello y apoyé mi cabeza al lado de la ventanilla del avión. Por suerte no me había tocado en la parte del pasillo ni entre desconocidos que pudieran hacerme sentir incómoda.

Era la primera vez que viajaba sola —no es que hubiera viajado mucho, más bien esta era la tercera vez que volaba, contando la ida y vuelta a Los Ángeles— y podía sentir los nervios comiéndome por dentro. Siempre había sido muy dependiente y me daba un miedo encontrarme en alguna situación de apuro, o perderme, o esas cosas extrañas que te imaginas y nunca acaban sucediendo.

Pero no, de momento todo andaba bien, me había aclarado para llegar a la puerta de embarque y después todo había sido muy fácil. Aun así, me sentía orgullosa de mí misma. Como me había repetido muchas veces en la cabeza, era hora de avanzar. Y lo estaba haciendo.

Iba a pasar unos días con Justin y estaba feliz. En mi pecho no cabía más alegría, puesto que le echaba mucho de menos y sabía que con él todo iría bien. Me moría de ganas por refugiarme en sus brazos y sentir el calor de su cuerpo, porque eso significaba que era real, que estaba ahí para mí.

Después de la fuerte discusión que había tenido con Bibi todo lo que necesitaba era cariño. No era la primera vez que nuestra amistad atravesaba algún que otro bache en el camino, pero siempre que eso sucedía notaba como que faltaba una parte de mi cuerpo. Ella era la persona en la que más confiaba y ahora parecía haberme traicionado, así que estaba decepcionada. Y odiaba esa sensación. Ese creer que no sirves para nada, que han intentado hundirte, de que las cosas no son como pensabas.

Mi madre, de pequeña, siempre me repetía lo mismo: 'Nunca tienes que esperar cosas buenas de nadie, si piensas en algo que sea malo, así si pasa lo bueno te sorprendes'. Quizás sonaba cruel para decírselo a una niña de tan solo diez años, pero aquel consejo me había servido mucho. Aun así, no aprendía. Tenía la facilidad de que los demás arañaran mi corazón y me dejaran rasguños. Unos más profundos que otros, pero no dejaban de ser rasguños.

Lancé un suspiro y me di cuenta del tiempo que había estado inmersa en mis pensamientos. Nos encontrábamos cerca de aterrizar, puesto que estábamos empezando a caer en picado y ya se empezaban a notar las turbulencias.

Me perdí en la rápida manera en la que atravesamos las nubes, abandonándolas ahí arriba junto al azul del cielo, dejándolas seguir dibujando diversas siluetas de diferentes formas y tamaños. Siempre había pensado que las nubes eran especiales, como todo lo relacionado con la naturaleza. Expresaban tantas cosas que enseguida te calaban el alma. Y ahí me quedé, con los ojos bien abiertos, para no perderme ni un detalle del paisaje que había bajo nuestros pies.

Unos quince minutos después aterrizamos. En cuanto el avión hizo contacto con la tierra firme, todos los pasajeros se pusieron en pie, algo impacientes, haciendo caso omiso a las voces de las azafatas.

Cuando nos quedamos estáticos y las puertas se abrieron, decidí esperar hasta que el avión se vaciara y cogí mi maleta con tranquilidad.

Una vez bajé me dirigí en la dirección opuesta al resto, tal y como había quedado con Justin, para encontrarme con su guardaespaldas.

-¡Aira! -me saludó, agitando su mano.

No me fue muy difícil encontrarlo debido a su alta estatura y a su robusto cuerpo.

-¡Mikey! -le sonreí y me acerqué a él para darle un corto abrazo.

-¿Qué tal todo? -se interesó, haciéndome un gesto para que le siguiera.

-Oh, bien -en realidad no del todo, pero no iba a extenderme contándole lo que había pasado con Bibi-. ¿Y tú?

-También -asintió con su cabeza-. Estas semanas en Nueva York han sido un poco locura, pero bien.

Diferentes Estrellas #1 [Justin Bieber]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora