Capítulo 14.

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·Narra Justin·

En cuanto abrí la puerta, una contenta Esther me recibió moviendo su cola como siempre hacía. Era una perra bastante buena y cariñosa, la había encontrado en el momento más oportuno y estaba convencido de que traerla conmigo era una de las mejores cosas que había hecho.

Me agaché para cogerla entre mis brazos y ella comenzó a lamer mis mejillas con su juguetona y pequeña lengua. Yo me reí y traté de frenar un poco aquello, pero continuó emocionada y me dejó la cara llena de sus babas.

Cuando la dejé en el suelo fui directo a la cocina, que se encontraba justo al lado, y lavé mi cara con agua y algo de jabón. Cuando quería y me apetecía, podía llegar a ser demasiado escrupuloso.

Después abrí la nevera y me serví un vaso de agua. Estaba bastante sediento, así que cuando noté la sustancia bajar por mi garganta me sentí realmente bien.

A los pocos segundos empecé a notar un estorbo en mis tobillos y cuando bajé la vista me encontré de nuevo con una revoltosa Esther que solo buscaba jugar. Era pequeña todavía y le estaban creciendo los dientes, así que era normal. Una tierna sonrisa se abrió paso entre mis labios al observarla y fui en busca de su comida.

Enseguida llené su recipiente y me abandonó en cuanto lo dejé en el suelo. Su hocico no tardó en meterse ahí dentro, donde enterró completamente su diminuta cabeza. Tan solo podía ver sus orejas y su cola moviéndose de un lado a otro. Parecía contenta y me encantaba que eso fuera así.

Apoyé todo mi peso en la encimera y me reí tras contemplar su pasión por aquellas bolitas de colores marrones y rojos. Parecían gustarle tanto que acabó con ellas en unos pocos minutos y no dejó ni rastro.

Cuando terminó me siguió hasta el salón, donde visualicé el sofá y no dudé en descansar allí un rato. Me tumbé ocupando todo el espacio y Esther se colocó justo encima de la parte inferior de mi abdomen. Por lo visto, era su lugar favorito, pues siempre se refugiaba allí.

-Eres muy lista, eh –susurré mientras acariciaba su suave pelaje.

Ella levantó sus orejas y pareció escucharme, pero luego escondió su cabeza entre sus pequeñas patas. Yo reía ante cada gesto que me regalaba, parecía una persona más; le estaba empezando a coger mucho cariño. Era más que un animal, era quien me perseguía a todas partes y no me molestaba lo más mínimo. Además, era el motivo por el cual había conocido a Aira.

Joder, era pensar en ella y todo mi estómago se revolvía.

Cuando estábamos juntos me sentía en una burbuja y no existía nada de lo que teníamos alrededor. Convertía el mundo era un lugar mejor y la única preocupación era no separarse lo suficiente. Poco a poco empezaba a necesitar más de lo que me daba, como si no fuera solo un simple capricho. 

Al principio pensaba que su carácter de chica dura era lo único que conseguía llamarme la atención, pero estaba equivocado. Sin hacer mucho ruido me estaba ganando y cuando me rendí ante sus labios supe que era una buena elección. Todo lo que sentí en ese momento confirmó mis peores sospechas: me estaba empezando a gustar más de lo normal. Tenía algo que enganchaba, que me ataba a ella, que nos unía como si nos conociéramos desde siempre.

No sabía encontrarle una explicación a todo lo que estaba sintiendo, pero la veía y creía en la suerte. Así, de repente.

Me hacía escapar de la realidad, sentirme protegido y valorado. Nunca nadie había reunido esas tres cosas en una. Pero ella sí. Y lo hacía fácil, como Leo Messi cuando tiene un balón en sus pies.

Diferentes Estrellas #1 [Justin Bieber]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora