Capítulo 12.

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·Narra Aira·

Me costó un par de horas asimilar todo.

Una sensación de impotencia no dejaba de aprisionarme el pecho y quería llorar hasta quedarme sin lágrimas, pero ninguna de ellas tuvo su aparición. Era más fuerte que todo eso. Tenía que girar fuerte el timón, cambiar el rumbo, mirar el lado bueno de las cosas.

Me había sentado en la terraza de un bar a tomar algo fresco mientras el aire acariciaba mi cara y observaba a una pareja de ancianos charlar animadamente en la mesa de al lado, con toda la vitalidad del mundo. Seguro que ellos en todos sus años de vida habrían tenido miles de problemas, pero ahí estaban, con una sonrisa que irradiaba felicidad en sus mejillas arrugadas.

Había conseguido en cierta medida despejar la mente y olvidarme del gran disgusto que había protagonizado mi mañana, así que pagué el granizado de limón y me dirigí a casa de Bibi.

Mi mayor terapia de todas siempre era hablar con ella. Y no era porque siempre me comprendía (casi nunca lo hacía), sino porque su especialidad era hacerme sentir mejor. Y reír. Reír mucho.

-¿Qué haces aquí tan pronto? –preguntó después de abrir la puerta, limpiando sus ojos con los puños de sus manos-. Me has despertado.

Todavía llevaba el pijama y tenía un aspecto totalmente gracioso.

-Lo siento –me encogí de hombros y entré-, lo necesitaba.

-Menos mal que estoy sola y nadie nos puede escuchar –comentó antes de que un bostezo escapara de sus labios.

-¿Tampoco Nick? –alcé una ceja, extrañada.

-Oh, él sí –dijo mientras avanzábamos hacia la cocina-, pero duerme tan profundamente que ni se enterará de que estás aquí.

-Tampoco me importa que lo sepa –lancé un suspiro ahogado y me apoyé en la encimera mientras Bibi preparaba té-. Yo no quiero, eh –le informé.

-Lo siento, ya es tarde –sonrió-. Ahora te lo vas a tener que beber.

Salimos a su jardín y nos sentamos en la mesa que ocupaba una esquina decorada con diversas especies de plantas. Era, sin duda, mi rincón favorito de la casa. Un lugar lleno de paz y tranquilidad, donde escuchar el piar de los pájaros te trasportaba a otra parte.

Bibi sirvió el té y lo volcó en una tacita que había justo en frente de mí.

-A veces eres demasiado cabezona –refunfuñé. Mi estómago iba a tener una mezcla de bebidas que solo de pensarlo me entraban ganas de vomitar.

-Esto no sienta mal a nadie –se defendió-, así que no me ofende serlo –dijo agitando su cabeza, provocando el movimiento de un moño despeinado que adornaba lo más alto de su cabeza.

-Quizás a mí me revuelva todo –le informé-, ya he tomado algo hace un rato.

-Exageras, no pasará nada –dijo tras beber un sorbo. Yo aproveché para hacer lo mismo-. Bueno, ¿quién empieza a contar cosas?

-Mmm... yo –contesté rápido-. Espera... ¿tú también tienes algo que contar?

-Sí –clavó sus dientes en su labio inferior y sonrió tímida.

-Oh, está bien –comenté enterrando mi mirada en la taza de té-. Me han despedido.

Fui al grano, siendo clara y concisa. No quería andarme con rodeos y necesitaba sacar al exterior toda esa información que aún no le había contado a nadie.

-¿Qué? –no me atreví a alzar la mirada, pero estaba segura de que la expresión de su cara era todo un poema.

-Has escuchado bien –confirmé-. Ya no tengo trabajo, me han echado de él.

Diferentes Estrellas #1 [Justin Bieber]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora