|Introducción|

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El pasado siempre marca tu vida, y muchas veces debes saber cómo utilizarle. El mío, me ha convertido en una persona fuerte. Antes era una niña de diez años, bajo el cuidado de un chico de veintidós, que jugaba a ser mayor, que se hizo cargo del negocio de la familia y pese a todo, se mantuvo a mi lado. Su juventud se marchó intentando ser un adulto, teníamos cuentas que pagar, incluso en los días en que todo parecía venirse a pique, supo levantarse. Su poca experiencia, y la mala influencia, bastaron para destruirlo todo. Las personas a quienes considerábamos familia, nos traicionaron, y se aprovecharon de la vulnerabilidad de un chico que recién empezaba a conocer la vida. Aquél hombre, "mi tío", ese que llegó a casa muerto de tristeza por el fallecimiento de su hermano, no hizo más que fingir que le afectaba, no fue más que una pulcra actuación, llena de interés, él y su esposa se acercaron como buitres a una presa fácil, insistieron en ayudarnos con el negocio, se metieron en las finanzas y poco a poco se adueñaron de todo. Nos dejaron casi en la calle, de no haber sido por el seguro de vida que nos resguardaba, habríamos terminado durmiendo bajo un puente o en la banca de algún parque de poco prestigio, la cosa pintaba demasiado mal. Estábamos resguardados por una cuenta que cubría los estudios hasta la universidad, más un monto de manutención para ambos, pero todo se acaba. Ante la necesidad, se conoce al guerrero, mi padre solía repetirme que el estudio, es la mejor herencia que un día podría dejarnos, y sus palabras fueron mi motivación, con mucho esfuerzo, conseguí una beca, y el dinero que llegaba a nosotros para educación, lo usamos para ahorrar un poco, mientras que yo era la beneficiaria de algún buen samaritano que a modo de "benefactor" pagaba mis clases. Él me preguntó sobre la casa, debíamos tomar una decisión difícil, pero ni siquiera tenía edad para entrar a terrenos legales, le dije que hiciera lo que creyera conveniente y que nos beneficiara a los dos, con todo el dolor del alma, vendimos nuestra casa. Tiempo después, Andrew consiguió montar un pequeño restaurante, que si bien no era el mejor del mundo, nos ayudó a sobrevivir. Y de eso, han transcurrido unos cuantos años, tiene un mejor local, y es exitoso en su negocio.

Ahora con veintitrés años, una carrera culminada y muchos sueños por cumplir, estoy convertida en toda una mujer —Según los comentarios de las personas que conocimos al mudarnos— Cambiamos una enorme casa, por un cómodo apartamento. Y el espejo no les deja mentir, el desarrollo llegó y me cambió totalmente, examino: Caderas, sonrisa, ojos y mucha actitud. Sí, esa chica soy yo. Los años no pasan en vano, las responsabilidades están a la orden del día. Bajo ninguna circunstancia estoy dispuesta a quedarme en Woods Food, esto es el negocio de mi hermano, yo necesito expandir mis horizontes, con él controlándome todo el tiempo, va a ser imposible aprender y emprender. Quiero ser libre, experimentar fuera de la burbuja que él ha creado para mí, necesito escribir mis propias páginas de vida, lejos de la comodidad de ser la hermanita menor, estoy cansada de eso.

Por ello, me decidí a realizar la entrevista para aplicar al puesto de secretaria en Bateman Designs, una importante casa de publicidad y diseños, ya sé que no es algo demasiado retumbante, pero papá solía decir que los exitosos son de aquellos que se atrevieron a intentar. Ya empezaré por algo pequeño, y luego podré apuntar aún más alto.

Siempre he sido la chica correcta, nunca le he fallado a Andrew, pero algunas cosas tienden a cambiar, de tal forma que a veces es difícil controlar.

— ¡Oye, enana! —Andrew grita cuando ya me ha tirado una servilleta en la cara.

—Recién la había doblado, tonto. —Me quejo. No puede venir y arruinar mi trabajo. — ¿Qué quieres?

—Te estoy hablando desde hace dos minutos y no reaccionas, tienes una llamada en la oficina.

—Ya voy. —Refunfuño.

Le tiro la servilleta de vuelta, dándole en la cara, no ha sido tan fuerte. Al pasar por su lado le doy un suave empujón. Siempre me mantengo más en el restaurante que en el departamento, con normalidad ayudo aquí cuanto puedo, doblando las susodichas, por ejemplo o limpiando un poco, porque en la cocina no sirvo de mucha ayuda. Al llegar a la oficina, me acerco al escritorio para levantar el teléfono y lo llevo a mi oreja.

Ámame a tu manera (1° BILOGÍA ÁMAME)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora