Rebeka Lynch, era un fantasma para el resto de la galaxia, se empeñaba por hacer que eso siempre fuera así o eso era lo que creía porque iba de aquí allá causando problemas haciéndose notar. Tenía encima una profecía ya que su nombre había sido escr...
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- ¿Tienes algo aun contra mi famoso donante de esperma?
Sabía que Barton iba a venir a visitarme, pero no esperaba que fuera tan rápido. Estoy sentada en el suelo, esta vez con unos horribles andrajos color gris porque me están consiguiendo la ropa decente, lo bueno es que la comida ya me la dieron. Ah, y me encerraron a una celda de poco espacio con un retrete en una esquina, tal y como una criminal.
¿Qué más puedo esperar? Me tratan como una bestia.
Estoy dándole la espalda a Barton, pero sé que está tratando de saber algo.
- Se puede decir que si –responde.
- Eso está bien... ¿Hay algún delito mío? –me levanto del suelo y me paro en frente de él.
Lo único que nos separa es la enorme puerta de acero puro y nos podemos ver los rostros es por un espacio pequeño en ella.
- Debo aceptar que me salvaste la vida... –dice en tono calmado. Eso confirma mis sospechas, ya me estoy ganando al equipo.- además que muy bueno el truco de rendición, ¿Cómo lo haces?
- Solo es un poco de práctica... –respondo arrogante.
María Hill aparece de nuevo, si ella ya se presentó y fue la que me ha traído todo. La puerta del cuarto se abre y ella entra dejando la ropa sobre la cama.
- Fury te espera en 10 minutos –informa.
Asiento con la cabeza y vuelvo mi mirada a Barton, se despide con la cabeza y se va detrás de Hill.
Ya identifiqué donde están las fastidiosas cámaras, muevo los dedos en dirección de estas ganándome el dolor insoportable en el cuello y las muevo hacia otro lado. Agarro la ropa, me deshago de los andrajos que tenía, no me habían quitado la ropa interior y eso era un logro, fuera sido un caos y un verdadero problema para ellos si lo hubieran hecho.
Los hubiera desmembrado a todos.
Me empiezo a poner la ropa que consta de un jean ajustado negro, una básica blanca y una chaqueta de negra. Tenía que ir a ensuciarme las manos y no quería arruinar mi ropa de diseñador, sería devastador ver mi hermosa ropa manchada de sangre. Termino de ponerme los tennis y cuando ya estuve lista, me coloqué la gorra y volví a acomodar las cámaras, esperando a que abrieran la puerta, de nuevo.
