Capítulo 12: Revelaciones

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Todos somos un frasco lleno de secretos que poco a poco, tarde o temprano, se llegan a revelar al abrirlo con la mejor o peores intensiones. 


    Quiero despertar de una puta vez de éste maldito y torturador sueño, no puedo seguir escuchando los gritos desgarradores de aquella niña. Ese hombre... Ese hombre con lo que le está haciendo a aquella desconocida chiquilla, me causa un revoltijo en el estómago.

¡Por favor, señor! ¡No más! ¡No más!

—Ya te dije que no te servirán tus suplicas. —Dice con un tono de burla—Esto te ha pasado por haber hecho algo de lo que ya te habían advertido pero que, igualmente, no hiciste caso. —Se detiene para observarla— ¿Ves que eres una niña desobediente?

—Por fav-...—Su jadeante suplica es interrumpida por el grito de una mujer que venía desde arriba.

— ¡Chris, amor, es hora de cenar! 

¡Ya voy, Amy! —Contesta con tranquilidad.

    Sus ojos castaños se dirigen nuevamente a la niña. Tengo que confesar que está irreconocible, mucho más que antes: su rostro se encuentra cubierto de sangre, los mechones de su pelo caían por montón, solo dejando motas de su (al parecer) rubio cabello en su cuero cabelludo. Como su rostro, chorreaba gotas de sangre por su pequeño pecho hasta manchar el suelo. Pedazos de piel colgaban de sus piernas, brazos y parte de su cuello permitiendo ver su carne fresca al aire.

—Regresaré pronto.

    El hombre deja lo utensilios en la mesa, sacándose su bata y su mascarilla para colgarla en un perchero. Antes de salir por completo por la puerta, dirige una última mirada a ella, apareciendo una sombría sonrisa en sus labios y terminando de marcharse luego de ésta.

    Cuando escucho los pasos alejarse de ésta habitación, me decido por salir del escondite para pararme con sigilo. Mi cuerpo todavía tiembla, siento una fina capa de sudor en mi frente, tengo la respiración junto a los latidos del corazón aceleradas. Me dirijo a la puerta con rapidez, sin tener la más mínima intensión de ver por más tiempo el estado de aquel cuerpo mutilado y sangrante, solo deseando traspasar la puerta y salir de éste desagradable lugar. Sin embargo, el grito desgarrador de ella me hace dar un brinco del susto y detenerme de golpe.

¡Po-Por favor, perdóname!

    No entiendo a qué viene aquel grito. En vez de salir de una vez por todas de ésta extraña habitación, mi cuerpo se queda estático, negándose a dar algún paso, solo palpando la fría manija en mis dedos.

— ¿No crees que ya es tarde para pedir perdón? —Esa voz tan fría la conozco: tan gruesa y varonil—Todo pasa por una razón, y la razón de que estés aquí, ya lo sabes perfectamente. Así que: atente las consecuencias.

    Mi cuerpo, en contra de mi voluntad, se gira para ver aquel chico parado frente a ella.

—A-Andy... y-yo no quise...

«Ese nombre... ese chico, no puede ser el mismo...»

—N-No quise hacerle eso a e-ella.

—Una lástima que ya no le podrás decir eso. Espero que disfrutes la vista de ésta habitación, porque será lo último que veras antes de salir de esto en un ataúd.

    Él se gira hacia mi dirección, dejándome ver bien a quién le pertenece esa profunda y gruesa voz: sus ojos azules, su piel pálida y sus recientes tatuajes, todo junto es la prueba viviente en que es el mismo Andy que yo... conozco. No puedo creer en esto, mucho menos lo logro entender. 

Andy, Andy... ¿Estás aquí? [Andy Biersack]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora